Junichiro Tanizaki: El tatuaje. Resumen y análisis de personajes

Ficha bibliográfica

Junichiro Tanizaki - El tatuaje. Resumen
  • Autor: Junichiro Tanizaki
  • Título: El tatuaje
  • Título original: Shisei (刺青)
  • Publicado en: Shin-Shicho, noviembre de 1910

Argumento

En «El tatuaje» de Junichiro Tanizaki, Seikichi, un tatuador del Japón de la era Edo, sueña con realizar su obra maestra en la piel de una mujer perfecta. Un día, encuentra a una joven que encarna su ideal y la lleva a su estudio. Mientras ella duerme, le tatúa una gran araña en la espalda. A medida que el dibujo avanza, la muchacha sufre una transformación: de tímida y sumisa, se convierte en una figura poderosa y consciente de su belleza. El artista, que creía dominar la situación, descubre que ha despertado una fuerza que ya no puede controlar.

Junichiro Tanizaki - El tatuaje. Resumen

Resumen de El tatuaje de Junichiro Tanizaki

El cuento El tatuaje (刺青, Shisei), publicado en 1910 por el escritor japonés Junichiro Tanizaki, nos sitúa en el ambiente estético y decadente del Japón de la era Edo, una época en la que la belleza y la frivolidad eran virtudes apreciadas y cultivadas. En este mundo lleno de color y dramatismo, seguimos la historia de Seikichi, un talentoso y enigmático tatuador reconocido por la intensidad sensual y el doloroso esplendor de su arte.

Seikichi no es un simple artesano: su oficio es una forma de expresión total, casi religiosa. Tatúa no por encargo, sino por inspiración, y solo acepta trabajar sobre cuerpos que le resulten estéticamente atractivos. Lo que más le deleita, en secreto, es el sufrimiento de sus clientes, especialmente durante las técnicas más dolorosas, como el sombreado y la coloración. Hay en él un placer oscuro que se alimenta de la vulnerabilidad de los demás. Pero, sobre todo, sueña con crear su obra maestra sobre la piel de una mujer perfecta, una figura que combine una belleza extraordinaria con una naturaleza dominante y fatal. Durante años busca a esa mujer sin encontrarla, y su deseo se transforma en una obsesión.

Una noche, mientras caminaba por las calles de Edo, vio asomar el pie de una mujer desde un palanquín. Ese solo gesto, esa breve visión, basta para convencerlo de que ha encontrado a su modelo ideal. Aunque la pierde de vista, queda marcado por ese instante y vive con la esperanza de volver a encontrarla.

Tiempo después, cuando ya había asumido la imposibilidad de hacer su sueño realidad, la casualidad lo favorece. Una joven aparece en su casa llevando un recado de una geisha conocida. Viene a entregarle una capa para que la decore. De inmediato, Seikichi reconoce en ella a la mujer del palanquín. La observa con detenimiento: parece apenas una adolescente, pero su mirada y su porte denotan madurez, y destilan una belleza que roza lo sobrenatural. La invita a pasar a su estudio y, en lugar de hablarle de la capa, le muestra dos pinturas que ha hecho: una de una princesa china cruel y otra de una mujer que contempla con deleite los cuerpos caídos de sus víctimas. Le dice que esas figuras son su reflejo: su presente y su futuro.

La joven, impresionada y turbada, intenta resistirse, pero algo en su interior despierta. Sin pedir permiso explícito, Seikichi la duerme con un anestésico y comienza su obra. Durante toda la noche trabaja sobre su espalda, vertiendo en ella no solo tinta, sino también su alma, casi en trance. Traza la figura de una enorme araña negra, una criatura simbólica que abraza la carne de la muchacha con sus ocho patas, sellando así su destino.

Cuando ella despierta, lo hace con un quejido. Siente el dolor del cuerpo invadido por la imagen, pero también percibe el cambio interior que se ha producido. Seikichi la alienta a bañarse para realzar los colores. Aunque el agua le duele como fuego sobre la herida, ella no se deja ver sufrir; algo ha cambiado en su carácter. Cuando sale, ya no es la misma joven tímida. Está erguida, segura y consciente de su poder. La transformación que Seikichi deseaba realizar en su piel también ha alcanzado su espíritu.

Ella lo mira con una mezcla de orgullo y desafío y le dice que él es su primera víctima. El tatuador, que creyó dominar la situación, queda desarmado ante la mujer que ha creado. En un último gesto, pide ver una vez más su obra y, al deslizarse el quimono de los hombros, la araña tatuada brilla con el sol, viva y amenazante.

El tatuaje es una narración intensa y breve, pero profundamente simbólica, que entrelaza el arte, el deseo, la crueldad y la transformación. En ella, Tanizaki anticipa uno de sus temas recurrentes: la fascinación por lo femenino como una fuerza misteriosa y ambivalente capaz de subyugar incluso al hombre que cree dominarla.

Junichiro Tanizaki – El tatuaje

Análisis de personajes de El tatuaje de Junichiro Tanizaki

Seikichi es un artista obsesionado con la belleza, el poder y el sufrimiento. Su oficio no es meramente artesanal: para él, tatuar es un acto íntimo, casi sagrado, en el que el dolor se vuelve una forma de revelación estética. Formado en la escuela del ukiyo-e, su arte se ha trasladado del papel a la piel, pero conserva esa minuciosidad y esa sensualidad que caracterizan al grabado tradicional japonés. Sin embargo, lo que verdaderamente lo define es su deseo de dominio: encuentra un placer oscuro y secreto en la agonía de sus clientes, y ese deseo se redobla en su anhelo de tatuar a una mujer ideal, no sólo por su físico, sino porque espera encontrar en ella un carácter altivo, dominante, capaz de encarnar la figura femenina poderosa que su imaginación ha idealizado. Seikichi no busca una mujer sumisa que simplemente reciba su arte, sino a una figura digna de transformarse en obra maestra viva. No obstante, aunque se percibe a sí mismo como creador y manipulador, no advierte que su obra tiene el poder de subvertir su rol, hasta invertir por completo la relación entre artista y modelo.

La joven, cuyo nombre nunca se revela, aparece inicialmente como una figura discreta, educada, casi ingenua. Parece tener entre quince y dieciséis años, y su actitud sugiere modestia y temor. Pero desde el primer momento en que Seikichi la ve, incluso antes de ver su rostro, intuye en ella una belleza singular, cargada de poder latente. A lo largo del relato, ella pasa por una transformación que es tanto física como interior. Al principio, rechaza los cuadros que él le muestra, horrorizada por el carácter cruel de las imágenes, y trata de resistirse a lo que él proyecta en ella. Sin embargo, algo en esas imágenes despierta una parte dormida de su identidad. Durante el proceso del tatuaje, su cuerpo sufre, pero su espíritu despierta. Al despertar del sueño inducido por el anestésico, emerge una joven distinta: consciente de su belleza, firme en su mirada, segura de su poder. El tatuaje —una araña negra que cubre toda su espalda— no sólo marca su piel, sino que libera su verdadera naturaleza. Ya no es un objeto pasivo del deseo y la creación del otro, sino un sujeto con voluntad, fuerza y deseo de dominio. El desenlace del cuento deja claro que ha asumido plenamente ese nuevo rol: la muchacha ya no es la víctima del artista, sino su primera conquista.

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