Juan Rulfo: La Cuesta de las Comadres. Resumen y análisis

Ficha bibliográfica

Juan Rulfo - La Cuesta de las Comadres. Resumen y análisis
  • Autor: Juan Rulfo
  • Título: La Cuesta de las Comadres
  • Publicado en: El llano en llamas (1953)

Resumen del argumento

En La Cuesta de las Comadres, de Juan Rulfo, un hombre mayor rememora su vida en una aldea rural deshabitada y marcada por la violencia de los hermanos Odilón y Remigio Torrico, antiguos dueños de facto del lugar. Aunque se presenta como amigo de ellos, el narrador revela su participación pasiva en uno de sus crímenes y su creciente distanciamiento. Tras la muerte de Odilón, atribuida por el narrador a una riña en Zapotlán, Remigio lo acusa de haberlo asesinado y lo confronta en una noche de luna llena. Ante la amenaza, el narrador lo mata usando una aguja de arría y, ya muerto, le explica que no fue él quien mató a su hermano. El cuento, cargado de violencia, ambigüedad moral y desolación, explora el vacío de una comunidad rota y la memoria de un crimen que se narra no como confesión, sino como una justificación silenciosa.

Juan Rulfo La Cuesta de las Comadres. Resumen y analisis

Resumen de La Cuesta de las Comadres de Juan Rulfo

En “La Cuesta de las Comadres”, de Juan Rulfo, la historia es narrada por un hombre anónimo, habitante de la Cuesta de las Comadres, una zona rural y empobrecida en las afueras de Zapotlán, marcada por la violencia, el abandono y el dominio de una familia temida: los hermanos Torrico, Odilón y Remigio. Desde el inicio, el narrador deja claro que siempre fue buen amigo de los Torricos, incluso hasta poco antes de sus muertes. A pesar de que la comunidad nunca los quiso —ni a ellos ni a ningún vecino de la Cuesta—, el narrador les guarda cierto respeto e incluso afecto, aunque poco a poco se va desvelando que esos lazos están teñidos de complicidad, miedo y resignación.

La Cuesta de las Comadres se va despoblando lentamente. La gente se va en silencio, sin despedidas, probablemente huyendo de las injusticias cometidas por los Torricos, quienes actúan como dueños de la tierra, aunque legalmente no lo sean. El narrador permanece allí, aferrado a su parcela, su maíz y sus frijoles, y quizás también a su vínculo con los Torricos. Con el paso del tiempo, la desolación del lugar se intensifica: sólo quedan el viento, los cuervos y el recuerdo de los días en que los hermanos regresaban a la Cuesta tras alguna de sus incursiones, sembrando un miedo tan hondo que obligaba a los vecinos a esconder sus animales y alimentos, como si anticiparan el saqueo o la violencia.

El narrador reconoce sin tapujos que los Torricos eran temidos por todos, aunque él no les tenía miedo. Incluso llegó a acompañarlos en uno de sus crímenes: el asalto a un arriero, en una noche lluviosa. Aunque no participó directamente en el asesinato, fue testigo de que el hombre estaba muerto, y no protestó. En esa ocasión, comprendió que ya no tenía la energía ni la disposición para involucrarse en “esas andanzas”, una expresión que deja entrever que los crímenes de los hermanos eran recurrentes. Así se insinúa que la Cuesta estuvo dominada por la violencia durante mucho tiempo, bajo una suerte de poder informal ejercido por los Torricos.

Con el tiempo, la situación se deteriora aún más. Uno de los hermanos, Odilón, muere en circunstancias confusas. El narrador está presente en ese momento, pero se desliga de la autoría: asegura que fueron los Alcaraces, una familia de Zapotlán, quienes lo mataron en una riña, tras un acto de provocación cometido por el propio Odilón. No obstante, su versión de los hechos es conocida únicamente por él mismo, y se la revela al lector solo hacia el final del cuento, mucho después de que otro suceso decisivo haya ocurrido: el asesinato de Remigio Torrico, a manos del narrador.

La escena ocurre una noche de octubre, bajo la luz de una luna llena. Remigio llega borracho a la casa del narrador, lo confronta con amenazas veladas, y lo acusa de haber matado a su hermano y robado el dinero que llevaba. Aunque el narrador intenta explicar que no fue él, y que la compra que había hecho (una frazada) se debía a la venta de unos chivos, Remigio insiste y se vuelve agresivo. En ese momento, el narrador reacciona de forma repentina: toma una aguja de arría —que usaba para coser un costal— y se la clava a Remigio en el abdomen. Luego, ante la persistente amenaza, vuelve a herirlo, esta vez en el pecho, hasta matarlo.

Solo tras haberlo matado le revela la verdad: no fue él quien mató a Odilón, sino los Alcaraces. Pero es demasiado tarde. El cuento concluye con el narrador lavando la canasta ensangrentada y recordando cómo, mientras Zapotlán celebraba con fuegos artificiales, en el monte cercano se alzaban las aves de rapiña sobre el cadáver de Remigio. La imagen final une la vida y la muerte en un mismo espacio, sellando con crudeza el tono sombrío y desolado que recorre toda la narración.

Juan Rulfo – La Cuesta de las Comadres

Personajes de La Cuesta de las Comadres de Juan Rulfo

El narrador, cuya identidad permanece anónima, es el eje central de la historia. Es un hombre mayor, cansado y resignado, que observa desde la pasividad cómo su entorno se deteriora y su comunidad se vacía. Su voz, que se impone desde la primera línea, está impregnada de una mezcla de afecto, miedo y culpabilidad. Él se presenta como amigo de los Torricos, aunque a lo largo del relato se va revelando que esa amistad tiene matices de sumisión, conveniencia y complicidad. Su tono sereno y reflexivo oculta una oscuridad profunda: es un hombre capaz de colaborar en un crimen y, más adelante, de matar con frialdad. Sin embargo, Rulfo lo perfila con humanidad. No es un asesino despiadado, sino alguien que actúa empujado por el miedo y por una violencia que ha aprendido a normalizar. Su conciencia se manifiesta no en el remordimiento, sino en la necesidad de explicarse, aunque solo lo haga cuando su interlocutor ya está muerto.

Odilón Torrico es el primero de los dos hermanos en morir y, aunque no aparece directamente en escena, su presencia se siente a lo largo de todo el cuento. Según el relato del narrador, era impulsivo, provocador, y tenía fama de pendenciero. Su muerte se da fuera del espacio central del relato, en Zapotlán, en una pelea con los Alcaraces, lo que refuerza su condición de figura trágica marcada por su propio carácter. No obstante, es difícil saber cuánta verdad hay en la versión del narrador, lo que deja abierto un margen de ambigüedad. Odilón simboliza la violencia estructural de ese mundo rural donde la vida y la muerte se deciden en una cantina o en un camino polvoriento.

Remigio Torrico, el hermano sobreviviente, es una figura más compleja. Tiene una presencia física contundente: es tuerto, pero con una visión tan aguda que le permite ver a gran distancia. Esa característica se convierte en una metáfora de su vigilancia constante, de su control sobre el territorio y sus habitantes. Remigio ejerce una autoridad silenciosa, sostenida por el miedo que infunde, pero también es un hombre rencoroso, quizás el más lúcido de los dos hermanos. Su enfrentamiento con el narrador surge de un sentimiento de traición y venganza mal resuelto. A diferencia de Odilón, Remigio intenta buscar una explicación, exige una rendición de cuentas. Pero lo hace desde una lógica brutal, con una amenaza velada que precipita su muerte. Su figura se va humanizando hacia el final, cuando el miedo y la tristeza asoman en su mirada, justo antes de morir.

Los Alcaraces, mencionados de forma indirecta, son un grupo familiar que sirve de contraste y contrapunto a los Torricos. Son quienes, según el narrador, matan a Odilón, lo que indica que el poder y la violencia no son monopolio exclusivo de los protagonistas. Su intervención desata el conflicto central del relato y representa la hostilidad entre Zapotlán y la Cuesta, entre los “otros” y los “nuestros”, en una estructura social fragmentada y tensa.

Análisis literario de La Cuesta de las Comadres de Juan Rulfo

¿A qué género y subgéneros principales pertenece la obra?

La Cuesta de las Comadres pertenece al género narrativo, específicamente al cuento, una forma breve y concentrada de ficción literaria. Dentro de este género, el texto se inscribe claramente en el subgénero del realismo rural, aunque con matices propios que lo acercan al realismo trágico y, por momentos, a una forma de fatalismo existencial. La obra de Juan Rulfo, en general, está marcada por una exploración descarnada del mundo campesino mexicano, pero no se limita a una mera representación costumbrista: hay una fuerte carga simbólica y una dimensión existencial que transforma a sus personajes y ambientes en figuras universales del desamparo, la violencia y la culpa. Así, este cuento también puede considerarse dentro de una corriente literaria que aborda lo marginal, lo periférico y lo desolado desde una perspectiva ética y casi mítica.

¿En qué escenario se desarrolla la historia?

La historia se sitúa en un lugar llamado la Cuesta de las Comadres, una zona rural y empobrecida, ubicada en las afueras de Zapotlán, en el estado de Jalisco. Este espacio no solo es geográfico, sino también simbólico. La Cuesta representa un mundo en ruinas, casi abandonado, donde la vida humana se desvanece lentamente. El lugar está lleno de detalles que refuerzan la sensación de deterioro y desolación: las casas vacías, las lomas solitarias, los ventarrones, los aguaceros, los cuervos que sobrevuelan el pueblo. Rulfo describe un espacio casi fantasmagórico, donde el paisaje rural se vuelve cómplice del silencio, del miedo y del olvido. No es un entorno fértil o idealizado, sino uno áspero, erosionado por la violencia y el tiempo. El monte, el camino de la Media Luna, el barranco de Cabeza del Toro y el corral del narrador funcionan como puntos de anclaje espacial, pero también como metáforas del encierro, la decadencia y la inminencia de la muerte.

¿Qué clase de narrador tiene la historia?

El cuento está narrado en primera persona por un personaje que también es protagonista. Su voz domina el relato con una cadencia serena, casi confesional, cargada de evocación y resignación. Este narrador es poco confiable: presenta una visión parcial de los hechos, omite información relevante hasta el final y justifica sus acciones sin mostrar remordimiento evidente. Su relato está teñido por la subjetividad y por una ambigüedad moral constante. No miente de forma directa, pero manipula el relato a través de los silencios, las omisiones y los tiempos. Al usar la primera persona, Rulfo refuerza la dimensión introspectiva y casi testimonial de la historia, pero también obliga al lector a desconfiar, a leer entre líneas, a cuestionar lo que se dice y lo que se calla. Es un narrador que confiesa sin confesar, que cuenta sin explicar del todo.

¿Cuáles son los temas principales que desarrolla el autor en la historia?

Uno de los temas centrales del cuento es la violencia estructural en el mundo rural. La historia retrata una comunidad gobernada por el miedo, donde los vínculos sociales están dominados por el poder informal de los hermanos Torrico. La ley no existe, y la violencia se naturaliza hasta convertirse en parte del paisaje. En este contexto, otro tema fundamental es la impunidad. Los crímenes ocurren sin castigo, los asesinos conviven con sus víctimas, y los sobrevivientes se marchan sin enfrentarse a sus agresores. Todo ocurre en un clima de silencio y resignación, como si el mal fuese inevitable.

También es importante el tema de la culpa, aunque abordado de forma indirecta. El narrador actúa sin remordimiento explícito, pero todo el relato parece una forma de justificación tardía. La culpa se insinúa en su necesidad de relatar lo ocurrido, de explicarse incluso ante un muerto. Este relato interior funciona como una confesión que no busca redención, sino entendimiento.

El aislamiento es otro de los grandes temas. La Cuesta de las Comadres está vacía, abandonada, fuera del mundo. Los personajes están solos, atrapados en sus circunstancias. El narrador mismo se queda cuando todos se van, quizás porque no tiene a dónde ir, o porque no puede escapar de su historia. La soledad que atraviesa a los personajes no es solo física, sino también emocional y moral.

¿Qué estilo y técnicas de escritura emplea el autor?

Juan Rulfo emplea un estilo sobrio, directo y profundamente evocador. Su prosa está despojada de adornos innecesarios, pero cargada de ritmo, cadencia y fuerza poética. En este cuento, como en otros de El llano en llamas, utiliza el lenguaje oral de los campesinos mexicanos, pero lo eleva a una forma literaria cuidada y precisa. El uso de regionalismos, frases coloquiales y estructuras sintácticas propias del habla popular le permite construir una voz auténtica y reconocible, sin caer en lo caricaturesco.

En cuanto a las técnicas narrativas, destaca el uso del monólogo interior, la fragmentación temporal y la narración retrospectiva. El cuento no sigue un orden cronológico lineal: avanza y retrocede según los recuerdos del narrador, lo que permite al lector ir reconstruyendo lentamente la historia. Rulfo también utiliza la elipsis con gran eficacia: lo no dicho, lo insinuado, cobra tanta fuerza como lo narrado. La omisión se convierte en un recurso expresivo fundamental para generar tensión y ambigüedad.

Guía de lectura: ¿Para qué público sería recomendado el cuento La Cuesta de las Comadres de Juan Rulfo?

La Cuesta de las Comadres es un cuento que, por la complejidad de su lenguaje, la profundidad de sus temas y la ambigüedad de su narración, está dirigido principalmente a un público joven-adulto y adulto. No se trata de un relato de lectura fácil ni de comprensión inmediata: su valor literario está en gran parte en lo que sugiere, en lo que se calla y en el modo en que obliga al lector a reconstruir el sentido a partir de indicios. Por ello, no es un texto apropiado para lectores muy jóvenes o sin experiencia en lectura literaria, ya que requiere cierta madurez lectora y capacidad de interpretación crítica.

El cuento puede ser especialmente enriquecedor para estudiantes de literatura a partir de la educación media superior (desde los 16 o 17 años en adelante), así como para lectores universitarios y adultos interesados en la narrativa hispanoamericana. Su lectura resulta muy valiosa en contextos educativos, particularmente en cursos dedicados a la literatura mexicana, al realismo rural, o a las transformaciones del cuento moderno en el siglo XX.

Debido a la violencia latente que atraviesa la historia, al tratamiento de temas como el asesinato, el abandono, la marginalidad y la impunidad, y a su tono sombrío, la obra no es adecuada para lectores infantiles ni para quienes buscan una lectura ligera o evasiva. En cambio, sí es muy recomendable para quienes desean explorar narrativas que, sin renunciar a su dureza, ofrecen una mirada profunda sobre la condición humana, la soledad, el deterioro moral y la fragilidad de los vínculos sociales.

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