Sinopsis: «El fin de la eternidad», novela escrita por Isaac Asimov y publicada en 1955, presenta una compleja sociedad fuera del tiempo llamada Eternidad, cuyos miembros se dedican a modificar el curso de la historia humana para evitar sufrimientos y desastres. Andrew Harlan, uno de sus ejecutores, se encarga de implementar estos ajustes temporales, creyendo en su utilidad, hasta que una misión lo enfrenta a un dilema personal que lo lleva a replantearse el sentido y las consecuencias de su labor. A través de una intrincada trama de viajes temporales, decisiones éticas y tensiones entre progreso y control, Asimov construye una historia que combina la ciencia ficción con preguntas filosóficas sobre el destino humano. La novela explora los límites del poder, la responsabilidad y el impacto de intervenir en la historia, en un escenario donde el tiempo puede ser manipulado, pero no sin consecuencias.

Argumento de El fin de la eternidad de Isaac Asimov
El fin de la Eternidad, de Isaac Asimov, narra la historia de Andrew Harlan, un Técnico al servicio de una organización llamada Eternidad que existe fuera del tiempo y se encarga de modificar la historia humana mediante «Cambios de Realidad» para evitar desastres y asegurar el bienestar colectivo. Los Eternos, como se denomina a sus miembros, intervienen en el curso de los siglos para reducir el sufrimiento y aumentar la estabilidad, aunque eso implique suprimir avances tecnológicos o culturales, e incluso eliminar personas. Cada miembro de Eternidad pertenece a un siglo distinto y vive fuera del tiempo real, en una estructura paralela que conecta miles de siglos pasados y futuros.
Harlan es un Técnico especializado en aplicar cambios concretos dentro del tiempo histórico. Su trabajo es solitario, preciso y le impide afrontar las consecuencias emocionales de las decisiones que toma. Sin embargo, su vida da un vuelco cuando conoce a Noÿs Lambent, una mujer del siglo 482 a quien debe estudiar como parte de un análisis previo a un cambio de realidad. Harlan se enamora de ella, lo que le genera un profundo conflicto entre su deber como Técnico y sus emociones. Al saber que el próximo cambio provocará la muerte de Noÿs, decide violar los protocolos de Eternidad y rescatarla, llevándola fuera del flujo temporal hacia los Siglos Ocultos, una región del futuro situada más allá del siglo 70 000, donde Eternidad no tiene acceso.
La historia se entrelaza con la figura de Brinsley Sheridan Cooper, un joven que ha sido preparado en secreto por el anciano Laban Twissell para viajar al siglo XXIV y convertirse en el fundador de Eternidad bajo el nombre de Vikkor Mallansohn. Sin embargo, debido a la intervención de Harlan, que sabotea la máquina en la que Cooper debe viajar y por ello es enviado por error al siglo XX, se pone en peligro la creación misma de Eternidad. Twissell y Harlan comprenden que deben recuperar a Cooper para cerrar el ciclo causal que garantiza la existencia de su organización.
Tras presionar a Twissell para que le ayude a reunirse nuevamente con Noÿs, que había quedado atrapada en una estación ubicada en los Siglos Ocultos, Harlan revela que ha descubierto el paradero de Cooper gracias a un anuncio publicitario que encontró en una de sus antiguas revistas. Con esta información, viaja con Noÿs al pasado para rescatar a Cooper y salvar la Eternidad.
Sin embargo, a medida que profundiza en el análisis de los acontecimientos, Harlan comienza a sospechar que el error que lo llevó a enviar a Cooper al lugar equivocado no fue del todo accidental y que incluso sus sentimientos por Noÿs pudieron haber sido inducidos. Se convence de que está siendo manipulado por fuerzas superiores, probablemente de los Siglos Ocultos.
La sospecha se confirma cuando Noÿs le revela que proviene del año 111 394 y que fue enviada por una civilización que ha desarrollado una forma alternativa de viajar en el tiempo, diferente a la de Eternidad. Su misión es evitar la fundación de Eternidad, ya que, según su análisis de las múltiples realidades, esta ha suprimido el desarrollo pleno de la humanidad, llevándola a su extinción. En la línea temporal original, llamada Estado Básico, la humanidad habría alcanzado las estrellas mucho antes y se habría expandido por la galaxia. Sin embargo, la creación de Eternidad desvió ese camino hacia un presente seguro, pero estancado. Para restaurar el Estado Básico, el único modo es impedir la fundación de Eternidad.
Harlan, enfrentado a esta revelación, entra en crisis. Todo lo que creía defender, todo su sentido del deber, se desmorona al comprender que Eternidad ha mantenido a la humanidad prisionera del miedo a correr riesgos y ha limitado su evolución. Finalmente, antes de concluir la misión, comprende que la única manera de liberar el futuro es permitir que Cooper desaparezca para que Eternidad jamás se cree.
En el desenlace, Harlan toma su decisión definitiva: se abstiene de rescatar a Cooper y permite que la línea temporal siga su curso sin intervención. Así, la organización conocida como Eternidad se borra de la existencia y se restablece el camino hacia un futuro en el que la humanidad explorará las estrellas. Harlan y Noÿs, protegidos por un campo temporal, permanecen en el pasado para iniciar una nueva vida. Así termina la Eternidad y comienza el Infinito.
Personajes de El fin de la eternidad, de Isaac Asimov
El personaje central de El fin de la eternidad es Andrew Harlan, un Técnico al servicio de Eternidad. A lo largo de la novela, Harlan experimenta una profunda evolución que va desde una fidelidad rígida y casi fanática a los principios de la organización hasta una dolorosa toma de conciencia sobre las implicaciones éticas y humanas de su trabajo. Harlan representa al individuo atrapado entre la lógica institucional y la experiencia emocional. Al principio, es meticuloso, frío y obediente, pero cuando se enamora de Noÿs Lambent, esa estructura racional se resquebraja. Su conflicto interno entre su deber como Técnico y su amor por Noÿs hace que se cuestione los cimientos mismos de Eternidad. A través de Harlan, se examina el coste humano del control absoluto, así como el peligro de una sociedad que reprime la incertidumbre en nombre de un supuesto bien mayor. Su progresiva transformación lo convierte en un personaje profundamente trágico, pero también en el agente clave de una ruptura con el sistema.
Noÿs Lambent es, en apariencia, una mujer del siglo 482, seductora y enigmática, que más tarde se revela como una enviada de los Siglos Ocultos con la misión de destruir Eternidad. Su papel en la historia es doble: por un lado, actúa como catalizadora del conflicto interior de Harlan y, por otro, representa la voz de una humanidad futura que ha elegido arriesgarse al cambio y al desarrollo antes que vivir en una situación estable pero sin progreso. Aunque Noÿs se presenta inicialmente como un personaje emocional e incluso romántico, su verdadera identidad desvela una figura compleja, instruida y con una visión mucho más amplia de la historia humana. Noÿs plantea un dilema moral esencial: ¿es válido el sacrificio del potencial humano en nombre de una seguridad impuesta? Su serenidad frente al peligro y su convicción en la misión que representa contrastan con la angustia de Harlan, lo que refuerza su papel de conciencia crítica dentro de la historia.
Laban Twissell, el anciano Computador Senior, es el mentor de Harlan y también uno de los personajes más ambiguos de la historia. Es un hombre entregado a la causa de Eternidad, pero capaz de quebrantar sus reglas cuando lo considera necesario. Es él quien planifica en secreto el envío de Cooper al siglo 24 para cerrar el ciclo que dará origen a Eternidad. Twissell encarna la complejidad del liderazgo en sistemas rígidos: es sabio y perspicaz, pero también manipulador y capaz de ocultar verdades cruciales por el bien de su causa. Aunque sufre, no duda en comprometerse con acciones moralmente dudosas si considera que el fin justifica los medios. Su relación con Harlan es tensa y contradictoria, basada tanto en la admiración como en la desconfianza.
Brinsley Sheridan Cooper, también llamado Vikkor Mallansohn, es un personaje clave que aparece físicamente solo en momentos breves. Su figura está cargada de simbolismo, pues representa tanto el origen como el posible fin de Eternidad. Fue educado cuidadosamente para convertirse en su fundador y, sin embargo, es utilizado como herramienta en una estrategia para impedir justamente aquello para lo que fue creado. Cooper simboliza el papel del individuo dentro de estructuras mayores: el sujeto que puede ser preparado, manipulado y moldeado, pero que también puede escapar a los planes que se tenían para él.
Entre los personajes secundarios destaca Finge, el supervisor directo de Harlan, astuto, inquisitivo y controlador. Finge encarna la vigilancia interna del sistema, el celo por la obediencia y la desconfianza hacia todo lo que se aparta de la norma. Su rivalidad con Twissell y su desconfianza hacia Harlan aportan una dimensión de intriga y tensión institucional dentro de Eternidad. Finge es el arquetipo del burócrata con poder que, aunque no es malvado, actúa siempre dentro del marco de una lógica autoritaria.
Otros personajes secundarios, como Sennor, Voy o Feruque, contribuyen a mostrar Eternidad como un entorno cerrado dominado por normas, jerarquías y represión emocional. Cada uno, desde su función específica (ya sea como sociólogo, historiador o life-plotter), muestra un aspecto distinto del mecanismo de Eternidad y del tipo de mentalidad que este sistema fomenta: obsesiva, controladora, temerosa del cambio y profundamente desconectada de las realidades humanas que pretende proteger.
Resumen por capítulos de El fin de la eternidad, de Isaac Asimov
Capítulo 1: Técnico
En el primer capítulo de El fin de la eternidad, titulado «Técnico», se presenta al personaje central de la novela: Andrew Harlan. Es un Técnico de la organización llamada Eternidad, una entidad situada fuera del tiempo ordinario cuyos miembros viajan a través de los siglos y manipulan la historia humana mediante lo que llaman Cambios de Realidad. Harlan aborda un kettle, un dispositivo de viaje temporal, desde el siglo 575 para dirigirse hacia el 2456. Durante el trayecto no experimenta movimiento físico alguno, pero el entorno que le rodea se transforma en una especie de vacío gris, indicio de su tránsito temporal.
A medida que se desplaza hacia un siglo alejado de su lugar de origen, el 95, Harlan se muestra introspectivo y preocupado. Aunque ha sido entrenado para mantener la objetividad emocional que requiere su oficio, se ve profundamente afectado por un sentimiento que no puede evitar: su obsesión por una mujer llamada Noÿs. Esta emoción, que contradice la impasibilidad que se espera de un Técnico, sugiere desde el principio que sus acciones en la novela estarán motivadas por razones personales, en conflicto con las estrictas normas de su profesión.
Cuando llega al siglo 2456, se encuentra con el sociólogo Kantor Voy. El entorno de este siglo resulta desconcertante para Harlan, ya que todos los objetos y estructuras están cubiertos por películas moleculares reflectantes que producen un efecto visual abrumador y desconcertante. Este entorno ilustra la constante adaptación a la que están sometidos los Eternos al transitar entre siglos muy distintos entre sí.
Durante su encuentro con Voy, Harlan le presenta un informe sobre un Cambio de Realidad proyectado. Oficialmente, su propósito es revisar un pequeño detalle técnico, pero pronto se revela que su intención va más allá: Harlan quiere inducir una modificación en la Realidad con un impacto mínimo (la llamada M.N.C., o «Mínima Necesaria Cambiante»), que evitaría la muerte de varios hombres en un accidente espacial. Argumenta que basta con mover un contenedor dentro de una nave para provocar un efecto equivalente al del cambio original planeado, pero sin víctimas. En su análisis, demuestra no solo conocer los aspectos técnicos, sino también las implicaciones sociológicas de la operación.
Aunque el sociólogo se muestra inicialmente escéptico, termina cediendo ante la precisión del razonamiento de Harlan. Sin embargo, es evidente que su reacción es más de resignación que de agradecimiento. Harlan percibe el desprecio que los demás miembros de Eternidad sienten hacia los Técnicos, a quienes consideran ejecutores insensibles de cambios que alteran profundamente la historia humana. A pesar de haber evitado una tragedia, Harlan sabe que su intervención no será vista con respeto, sino con incomodidad.
Antes de ejecutar el cambio, Harlan aprovecha la situación para solicitar a Voy un favor personal: que realice un análisis confidencial del efecto que un pequeño Cambio en el año 482 tendría sobre una persona específica. Aunque esto va en contra del protocolo, Voy accede bajo la presión implícita de que Harlan no ha comunicado el error que encontró en el Cambio original. La persona en cuestión es Noÿs Lambent, una mujer que evidentemente ocupa un lugar central en la motivación personal de Harlan. Su obsesión con ella lo ha llevado a utilizar los recursos de Eternidad para fines privados, lo que constituye una grave transgresión de los principios de la organización.
Al final del capítulo, Harlan se prepara para ejecutar el Cambio, que consiste en desplazar un contenedor dentro de una nave espacial. Dos pantallas muestran los escenarios antes y después del Cambio: una sala de motores vacía en el presente y un puerto espacial en un futuro posible, con sofisticadas naves electro-gravitatorias. Se revela que, como efecto colateral del Cambio planeado para reducir la adicción a las drogas en ese siglo, cesará el desarrollo de estas naves. Harlan, aunque reconoce la belleza de esa tecnología, está dispuesto a sacrificarla. Es el Técnico quien finalmente ejecuta el Cambio, cargando con la culpa que esquivan todos los demás actores: los Observadores, los Estadísticos, los Sociólogos y los Computadores.
El capítulo termina con una reflexión perturbadora. Harlan, completamente entregado a su causa personal, se da cuenta de que está dispuesto a llegar mucho más lejos si es necesario. Incluso contempla, aunque lo rechaza de inmediato, la posibilidad de destruir Eternidad misma si eso le permite conservar lo que ha llegado a considerar esencial: Noÿs.
Este primer capítulo, por tanto, establece los ejes fundamentales de la trama: la estructura burocrática y técnica de Eternidad, la capacidad de alterar el curso del tiempo, el aislamiento emocional de sus miembros y el conflicto interior de Harlan, quien se enfrenta a una disyuntiva entre su deber como Técnico y sus sentimientos por una mujer.
Capítulo 2: Observador
En el segundo capítulo de El fin de la eternidad, titulado «Observador» Andrew Harlan reflexiona sobre su trayectoria dentro de la estructura jerárquica de la organización conocida como Eternidad. Desde su infancia en el siglo 95, un periodo caracterizado por su apego a formas de vida simples y tradicionales, fue seleccionado a los quince años mediante un proceso del que nunca llegó a comprender del todo los criterios. Fue entonces llevado más allá del tiempo ordinario, hacia Eternidad, sin posibilidad de regresar jamás con su familia o a su propio siglo.
Una vez dentro, Harlan pasó por las cuatro etapas fundamentales del proceso formativo de un Eterno: primero fue un simple habitante del Tiempo (un Timer), luego un estudiante en formación o Cub, después ascendió a Observer (Observador) y, finalmente, alcanzó la especialización como Technician (Ejecutor). De esas etapas, la tercera fue crucial: el momento en que recibió el título legal de Eterno, incluso antes de especializarse. Harlan recuerda vívidamente ese instante en que Yarrow, uno de sus profesores más admirados, pronunció un discurso solemne en el que subrayaba la importancia del trabajo del Observador. Según Yarrow, sin los Observadores, que recolectaban los hechos y datos del tiempo real, ninguna de las demás funciones de Eternidad —ni los Cómputos, ni los Estudios Sociológicos, ni los Cambios de Realidad— podría llevarse a cabo. Por ello, instaba a sus alumnos a tomar con seriedad esa fase, pues sería la que definiría su futuro profesional.
Harlan comenzó realizando tareas menores y supervisadas, pero tras varios años fue asignado al siglo 482, una etapa significativa en su carrera, ya que sería la primera vez que trabajaría sin supervisión directa. Su superior en esa sección era el Asistente de Computador Hobbe Finge, un hombre de apariencia bonachona pero con una actitud severa y desconfiada. Harlan, al ver su aspecto redondeado y sus mejillas prominentes, lo asoció con imágenes infantiles de San Nicolás, pero esta ilusión se rompió de inmediato por la actitud fría y exigente de Finge.
La tarea de Harlan era observar la sociedad del siglo 482 siguiendo con exactitud las instrucciones contenidas en un gráfico espaciotemporal que especificaba los lugares y momentos en los que podía operar sin alterar la realidad. La sociedad que encontró allí le resultó profundamente incómoda. Se trataba de una era hedonista y sin principios tradicionales, donde prevalecía una fuerte estructura matriarcal y donde la reproducción era en gran parte ectogénica: muchas mujeres entregaban óvulos fertilizados a bancos genéticos y no criaban a sus hijos de forma convencional. El matrimonio no tenía valor legal y las uniones con fines reproductivos estaban estrictamente reguladas por criterios eugenésicos.
Harlan consideraba esa sociedad profundamente enferma y deseaba verla modificada por un Cambio de Realidad. Sin embargo, era consciente de que cualquier alteración debía realizarse bajo estrictas condiciones y con respaldo computacional, ya que modificar la historia al azar podía generar resultados imprevistos. A pesar de su opinión negativa sobre esa época, se mantenía fiel a su papel de Observador, registrando datos sin dejarse influir por sus emociones personales. Su trabajo consistía en proporcionar información objetiva que pudiera ser analizada por Computadores y utilizada como base para posibles Cambios.
Sus informes eran tan precisos y detallados que pronto comenzaron a destacar dentro de Eternidad. Aunque Finge mostraba hostilidad hacia él e intentaba sonsacarle opiniones personales mediante interrogatorios, Harlan se mantenía firme en su profesionalismo. En una ocasión, Finge insinuó a Harlan que un miembro muy influyente, el legendario Computador Senior Laban Twissell, estaba interesado en sus informes.
La sospecha de que Finge albergaba resentimientos hacia él se confirmó en varias ocasiones. La animosidad se intensificó cuando Finge lo ridiculizó en público con un comentario sarcástico, dejando claro que su relación estaba marcada por una hostilidad creciente.
Tras varios meses de trabajo, Harlan esperaba ser reasignado a otra sección. Sin embargo, cuando fue a la oficina de Finge, se encontró con un visitante inesperado: el propio Twissell. El anciano, pequeño y de rostro arrugado, fumaba un cigarrillo —una práctica poco común en su siglo—, lo que provocó aún más desconcierto en Harlan, quien nunca había visto uno. Twissell, con una mezcla de humor y excentricidad, se mostró afable, pero también astuto. Tras algunas divagaciones, le reveló el motivo de su visita: quería ofrecerle un nuevo puesto.
Twissell le propuso convertirse en Técnico, el cargo más temido y solitario dentro de Eternidad, ya que los Técnicos eran los responsables directos de ejecutar los Cambios de Realidad. Aunque todos los cálculos y decisiones eran realizados en conjunto por Sociólogos, Computadores y otros especialistas, la acción final que alteraba los destinos de miles de millones de personas recaía en el Técnico. Era una posición solitaria y mal vista por los demás, quienes tendían a mantenerse alejados de quien tenía en sus manos semejante poder.
Harlan se mostró reticente al principio, pero Twissell tenía una oferta aún más específica: no sería un Técnico común, sino el Técnico personal de Twissell. Además, le encomendaría una tarea adicional relacionada con uno de sus intereses más íntimos: el estudio de la historia primitiva, anterior a la creación de Eternidad. Twissell quería que Harlan enseñara esa materia a un joven aprendiz aún no identificado y que, al mismo tiempo, le sirviera como Técnico exclusivo.
Cuando Harlan expresó su sorpresa, Twissell le reveló que Finge había enviado un informe negativo sobre él, argumentando que su afición por la historia primitiva era un signo de un trastorno llamado Wish-to-Time, una supuesta tendencia patológica entre los Eternos que los impulsaba a querer volver a formar parte de un siglo en particular. Sin embargo, Twissell no compartía esa interpretación. Por el contrario, creía que esa inclinación hacía a Harlan especialmente valioso para sus planes.
El capítulo concluye con una frase cargada de implicación. Twissell no solo necesitaba a Harlan por razones académicas o técnicas. Le dice con total convicción que lo necesita «para la existencia de la Eternidad». Esta declaración sugiere que el destino de toda la organización podría depender de las decisiones futuras de Harlan, quien ahora se ve en el centro de una misión crucial cuyo alcance desconoce por completo.
Capítulo 3: Novato
En el tercer capítulo de El fin de la eternidad, titulado «Novato», Andrew Harlan se ha establecido en el siglo 575, donde ocupa su puesto como Técnico bajo la supervisión directa de Computador Senior Laban Twissell. Aunque lleva poco tiempo en esta sección, ha comenzado a adaptarse lentamente a su entorno y a la carga emocional que supone llevar la insignia roja que lo identifica como Técnico, un símbolo que despierta rechazo entre los demás Eternos y lo aísla socialmente. Harlan es consciente de esta exclusión y trata de disimular su insignia en público, pero esta actitud solo intensifica la desconfianza que genera entre sus compañeros.
Twissell, mientras tanto, le asigna ejercicios y problemas relacionados con los Cambios de Realidad, que Harlan analiza meticulosamente. Aunque el anciano Computador reconoce la precisión de su razonamiento, siempre se refiere a sus propuestas como simples «suposiciones» y nunca revela si se han implementado o no. Harlan vive, por tanto, con la incertidumbre de si sus habilidades son valoradas o si sus análisis son descartados sin más.
Todo cambia cuando Twissell le presenta a un nuevo aprendiz, Brinsley Sheridan Cooper, un Novato al que Harlan deberá instruir en historia Primitiva, una disciplina que le apasiona profundamente. Cooper resulta ser un caso fuera de lo común: fue incorporado a Eternidad con veintitrés años, mucho más tarde de lo habitual, y apenas lleva un año dentro. Es torpe con el lenguaje intertemporal y se muestra inseguro. Esta diferencia en edad de ingreso y preparación despierta la sospecha de Harlan, quien se pregunta si esta tarea es, en realidad, una prueba encubierta del propio Twissell.
A pesar de su desconfianza inicial, Harlan comienza a entusiasmarse con la posibilidad de transmitir su pasión por la historia anterior al surgimiento de Eternidad. Sin embargo, sus primeras sesiones con Cooper están marcadas por la tensión. Cuando descubre que Cooper estuvo casado antes de ser reclutado —algo altamente inusual para un Eterno—, Harlan se molesta. Considera que permitir a alguien con vínculos afectivos tan profundos entrar en Eternidad pone en riesgo la neutralidad emocional que exige la institución. Cooper, por su parte, resiste el mandato tácito de olvidar su pasado, lo que genera una confrontación entre ambos.
La discusión se intensifica cuando Cooper sugiere que Harlan está repitiendo los estereotipos que otros perpetúan sobre los Técnicos. Ofendido, Harlan estalla en una furiosa defensa de su profesión y niega haber realizado hasta entonces ningún Cambio de Realidad. Sin embargo, poco después, Twissell le ofrece su primera oportunidad real de ejercer plenamente como Técnico. Se trata de una operación sencilla en el siglo 223: alterar el embrague de un vehículo para impedir que un joven asista a una clase clave, retrasando así un desarrollo tecnológico que, en cadena, evitará una guerra futura.
Harlan acepta sin vacilar y lleva a cabo la intervención. A partir de ese momento, deja de ser un Técnico en formación y se convierte en un agente de Cambios de Realidad. Sabe que millones de personas han sido transformadas, que identidades han sido borradas y reescritas. Y, aunque racionalmente entiende que el nuevo curso de los acontecimientos traerá beneficios, no puede evitar pasar la noche en vela, atormentado por la magnitud de lo que ha hecho. Esa noche, por primera vez en muchos años, sueña con su madre, lo que indica que su decisión ha removido algo profundo en su interior.
Con el paso de los meses, Harlan se convierte en una figura reconocida dentro de Eternidad. Su asociación con Twissell y su precisión como Técnico le valen apodos como «El niño prodigio» o «El infalible», aunque en muchos casos van acompañados de envidia o desdén. Su relación con Cooper nunca llega a ser íntima, pero se estabiliza. Cooper continúa asistiendo a sus clases con dedicación creciente y ambos mantienen una rutina de trabajo respetuosa y eficaz.
Un día, Harlan decide llevar a Cooper a una salida práctica. Lo lleva a bordo de un kettle, el dispositivo que permite viajar a través del tiempo, hacia los siglos 3000, donde Harlan debe verificar una Observación. Para Cooper, es la primera vez que viaja conscientemente por el eje temporal. Al principio no percibe movimiento, pero Harlan le explica que, durante el viaje, ambos han dejado de ser materia en el sentido convencional y se mueven por un eje fuera del tiempo ordinario.
Durante el viaje, Cooper muestra un gran interés por las limitaciones del tiempo y pregunta por los extremos de la Eternidad. Harlan le explica que, más allá del siglo 70.000, la humanidad ha desaparecido y que los Eternos no pueden acceder al Tiempo en esos milenios posteriores. Son los llamados «Siglos Ocultos», un tema rodeado de silencio e incertidumbre, incluso dentro de la propia Eternidad. Harlan también le cuenta que el poder que alimenta a Eternidad proviene de la fase de nova del sol y que fue necesario un siglo entero para generar el primer campo temporal estable a partir de esa fuente energética.
La conversación toma un giro más técnico cuando Cooper pregunta por Mallansohn, el inventor del Campo Temporal. Harlan le aclara que, aunque Mallansohn vivió en el siglo XXIV, la organización de Eternidad no se fundó hasta varios siglos después y que incluso sus contemporáneos no comprendieron del todo el alcance de su descubrimiento. La charla termina justo cuando llegan a destino.
Sin embargo, al llegar, Harlan se encuentra con la furiosa reacción de Twissell. El anciano lo reprende con dureza por haber llevado al Novato en el kettle sin autorización previa. El estallido de cólera de Twissell —inusual en alguien conocido por su frialdad emocional— sorprende por completo a Harlan. Twissell le recuerda enfáticamente que su único encargo es enseñar historia Primitiva a Cooper y que no tiene permiso para realizar actividades extracurriculares, como salidas prácticas o «experimentos de campo». La severidad del castigo verbal deja a Harlan humillado, especialmente porque creía que estaba actuando con iniciativa y responsabilidad.
El capítulo concluye con Harlan sintiéndose herido y desautorizado. La confianza que había construido con Twissell se ve sacudida y la motivación que sentía por su trabajo se tambalea bajo el peso de esa reprimenda. Al mismo tiempo, esta escena marca un punto de inflexión en la tensión entre la obediencia institucional y el deseo de Harlan de traspasar los límites de su función, una tensión que irá intensificándose a lo largo de la historia.
Capítulo 4: Computador
En el capítulo cuarto de El fin de la eternidad, titulado «Computador», Andrew Harlan regresa al siglo 482 por primera vez desde que dejó su puesto de Observador para convertirse en Técnico. Han transcurrido dos años fisiológicos —la única medida de tiempo real dentro de Eternidad—, y aunque el entorno del 482 sigue siendo el mismo, Harlan lo percibe de forma completamente distinta. Él ha cambiado. Su conversión en Técnico lo ha aislado de sus antiguos vínculos y lo ha transformado en alguien más frío, más seguro de sí mismo y consciente del poder que representa su papel: el de decidir, con acciones mínimas, el destino de millones de personas.
Esta nueva misión lo lleva a reencontrarse con Hobbe Finge, el Computador a cargo de la Sección. Lo que antes le había parecido intimidante o siniestro, ahora le parece casi ridículo. Harlan, desde la altura simbólica y jerárquica de su nuevo rol, lo observa con condescendencia. Pero su atención se ve súbitamente desviada por la presencia inesperada de una mujer en la oficina de Finge: una mujer joven, atractiva y llamativa, vestida según la moda provocativa de la aristocracia del siglo 482. Noÿs Lambent, así se llama, trabaja allí como secretaria, pero su presencia desentona de forma evidente con el carácter ascético y reglamentado de Eternidad. Harlan queda profundamente perturbado por ella.
Durante los días siguientes, Harlan realiza breves observaciones en el siglo 482, reestudia informes previos y se familiariza nuevamente con la sociedad de esa época. Sin embargo, su concentración se ve dividida: sin querer, se fija cada vez más en Noÿs. Su aspecto, sus gestos, incluso la forma en que lo mira o le sonríe, lo afectan. Aunque intenta racionalizar su disgusto apelando a la «moralidad» de Eternidad, en realidad le inquieta el propio efecto que ella ejerce sobre él.
Decidido a actuar, solicita una reunión privada con Finge. Le exige que la devuelva a su tiempo de origen, argumentando que su presencia perjudica la moral de la Sección. Finge, sin perder la calma, le responde que Noÿs cumple una función esencial y que su estancia es temporal. Ante la insistencia de Harlan, el Computador le sugiere, con sarcasmo apenas disimulado, que lo que le ocurre podría deberse a la falta de experiencia personal con mujeres. La humillación es evidente, pero Harlan responde citando con precisión las normas de Eternidad sobre las relaciones con los timers —personas originarias del tiempo ordinario— y negando haber tenido nunca una relación con ninguna. Finge le insta a reconsiderar su postura, pues —según él— podría darle «una mayor amplitud de miras».
Avergonzado y enfurecido, Harlan abandona la oficina. El conflicto entre su ideal de neutralidad emocional y la atracción que comienza a sentir por Noÿs se profundiza. Sueña con denunciar a Finge ante Twissell, destituirlo, reorganizar la Sección y convertirse él mismo en el nuevo Computador. En su fantasía, Noÿs lo ayuda, pero está desnuda, lo que le provoca angustia y una mezcla de sentimientos de vergüenza y deseo.
Días después, Harlan se cruza con Noÿs en un pasillo. Ella lo reconoce y le habla con cortesía, incluso con simpatía. Le dice que le gustaría hablar con él sobre su tiempo, dando a entender que conoce su especialidad. Harlan, desconcertado, la rechaza con torpeza, casi suplicando que se aleje de su camino. La tensión de ese breve encuentro refuerza su malestar, que ya no puede atribuir únicamente al comportamiento de Finge.
Finalmente, Finge lo convoca de nuevo. Le presenta una misión de observación en el 482 que implicará una estancia de casi una semana en la residencia de Noÿs Lambent. Harlan reacciona con indignación, pensando que se trata de una maniobra para desacreditarlo. Entonces, Finge rompe el protocolo habitual y le revela detalles confidenciales del caso. Le explica que, desde un pequeño cambio de realidad ocurrido un año atrás, se ha detectado el surgimiento de una creencia errónea sobre la eternidad entre los sectores aristocráticos del 482. Dicha creencia, aún no del todo definida, podría volverse peligrosa si se expande. Por eso, es necesaria una observación encubierta dentro de ese grupo social.
Noÿs Lambent fue seleccionada por su pertenencia a esa clase social. Fue traída a Eternidad con el propósito de evaluar su idoneidad para actuar como conexión con su entorno original. Tras haberse comprobado su utilidad, será devuelta a su tiempo y su hogar servirá como base para la nueva misión de Harlan. El Computador insiste en que todo esto forma parte de una estrategia para recopilar pruebas que permitan al Consejo Temporal aprobar una intervención mayor. Pero para Harlan, la explicación suena a maniobra de justificación, especialmente porque fue él quien cuestionó la presencia de la mujer.
Al comprender que negarse podría jugar en su contra, Harlan acepta la misión. Pero lo hace con la determinación de no ser engañado ni manipulado por Finge. Si va a entrar en la casa de Noÿs, será bajo sus propios términos. Y aunque intenta convencerse de que lo que le motiva es derrotar a Finge, ya es evidente que hay algo más. La atracción que siente por Noÿs, que hasta ahora había resistido, comienza a entrelazarse con su sentido del deber y con su necesidad de afirmarse. Consciente de que está cruzando un umbral, Harlan se lanza a la nueva etapa de la misión, impulsado por una mezcla de rabia, curiosidad y un deseo que empieza a tomar forma y que él no puede controlar del todo.
Capítulo 5: Temporal
En el capítulo quinto de El fin de la eternidad, titulado «Temporal», Andrew Harlan se traslada a vivir temporalmente a la residencia de Noÿs Lambent en el siglo 482, con el objetivo declarado de realizar Observaciones encubiertas sobre la clase aristocrática de ese tiempo. La casa, aunque aislada, se encuentra cerca de una gran ciudad que Harlan conoce a la perfección gracias a sus misiones previas. Sin embargo, esta nueva experiencia difiere radicalmente de sus anteriores incursiones: por primera vez, en lugar de alojarse en un sitio anónimo y funcional, Harlan es instalado en una vivienda lujosa, dotada de comodidades reservadas a la élite del siglo, incluyendo una cama hecha de una materia moldeable que se adapta a su cuerpo.
Este cambio de entorno y, sobre todo, la presencia constante de Noÿs alteran progresivamente la actitud y percepción de Harlan. Aunque intenta mantener su papel de observador imparcial, neutral y reservado, se ve afectado por su cercanía con la joven. Desde la primera mañana, al despertar de un sueño agitado en el que se mezclan Finge, Noÿs y él mismo simbólicamente, Harlan se siente perturbado. Noÿs le informa con naturalidad sobre su regreso a la vida cotidiana y le invita a asistir esa noche a una reunión social. Harlan, receloso, le recuerda que debe mantener su identidad en secreto y ella asegura haberlo hecho.
A medida que pasan los días, Harlan cumple con su papel de observador, registrando conversaciones y detalles de las reuniones mediante un sofisticado grabador molecular. Al mismo tiempo, observa que sus interacciones con Noÿs, aunque aparentemente triviales, están despertando en él emociones inusuales. Comienza a fijarse en su físico, en su voz, en sus gestos e incluso en sus palabras más simples. Pequeños comentarios como su curiosidad por los viajes en el tiempo o por la posibilidad de convertirse en una «Eterna» lo inquietan profundamente. En especial, su aparente ignorancia respecto a los fundamentos de la Eternidad y la inocencia con la que formula preguntas prohibidas lo ponen a la defensiva.
La incomodidad de Harlan aumenta al darse cuenta de que, según el nuevo marco temporal, ha pasado de febrero a junio sin que Noÿs tenga recuerdos de esos meses, lo que revela un microcambio inducido por una alteración menor en la Realidad. Ella, al no comprenderlo, lo interroga como si él lo controlara todo. Harlan se irrita ante su ingenuidad, pero también se da cuenta de que ella lo observa con admiración, como si él fuera una figura misteriosa y poderosa. Esa imagen, alimentada por la situación, despierta en él una mezcla de vanidad y vulnerabilidad.
Esa misma noche, mientras él graba sus anotaciones, Noÿs interrumpe su trabajo para ofrecerle una bebida, que él acepta con cierta resignación. Es evidente que está cediendo lentamente a la influencia de su entorno, más por debilidad emocional que por una elección racional. La bebida, que no contiene alcohol, sino que tiene un efecto relajante y estimulante, comienza a afectarle. La conversación con Noÿs se vuelve cada vez más íntima. Ella lo interroga, le habla de sus deseos de formar parte de Eternidad, insinúa que le gustaría ser como él y, finalmente, con una mezcla de ingenuidad y seducción, lo lleva a romper por completo la barrera que lo había separado hasta entonces de cualquier contacto personal profundo.
Harlan, aunque desorientado por los efectos de la bebida y por sus propias emociones reprimidas, aca cediendo al deseo. La escena ocurre en un clima onírico y difuso, como si lo experimentado no perteneciera del todo al mundo real. La relación física entre ellos, que para él siempre había sido sinónimo de vergüenza y degradación, se revela como algo completamente distinto: placentero, íntimo, incluso transformador. Tras el acto, Harlan siente que Noÿs ya no es una mujer externa a él, sino una parte de sí mismo, como una extensión de su identidad.
Sin embargo, esa experiencia no apacigua sus conflictos internos. Esa noche, mientras Noÿs duerme a su lado, Harlan permanece despierto, invadido por pensamientos confusos y profundos. En medio de ese estado de semiconsciencia, experimenta una revelación. No logra recordar con exactitud todos los elementos, pero sabe que ha vislumbrado una verdad importante. Entre pensamientos dispersos sobre la Eternidad, la Realidad, el descubrimiento del Campo Temporal por Mallansohn, e incluso sobre el joven Cooper —el Novato a quien debía enseñar historia primitiva—, Harlan siente por un momento que de pronto todas las piezas encajan.
La sensación es intensa y fugaz. Siente que se ha revelado algo esencial, que hay un secreto profundo que conecta elementos que hasta ahora eran inconexos. Aunque aún no puede expresarlo con palabras, está convencido de que ha comprendido algo que lo cambiará todo. Una verdad que no debería conocer. Un secreto que atraviesa y afecta la estructura misma de la Eternidad.
Así concluye el capítulo: Harlan despierto en la oscuridad, al lado de Noÿs, intentando recuperar ese destello de entendimiento que apenas ha rozado y que, sin embargo, presiente como crucial. La noche que comenzó como una transgresión íntima se convierte en el umbral hacia un descubrimiento potencialmente devastador.
Capítulo 6: Trazador vital
En el capítulo sexto de El fin de la eternidad, titulado «Trazador vital», Asimov nos sitúa de nuevo en el momento en que comienza la novela. Ha pasado un mes de tiempo fisiológico desde que Andrew Harlan vivió su experiencia íntima con Noÿs Lambent en el siglo 482. Ahora, se encuentra muy lejos de ella en el tiempo: ha viajado casi veinte mil siglos hacia el futuro con un objetivo concreto y secreto. Con artimañas poco éticas, intenta averiguar si Noÿs seguirá existiendo en la Realidad que se generará tras el próximo Cambio. Aunque sabe que sus acciones violan las normas de Eternidad, Harlan ya ha asumido su culpa y, al considerarse un criminal por lo que ha hecho, no siente reparos en cometer una infracción más si eso le permite proteger a Noÿs.
Concentrado en su objetivo, induce una mínima modificación de un detalle aparentemente trivial —el movimiento de un recipiente dentro de una sala—, que desencadena una secuencia de acontecimientos cuyo efecto máximo se manifiesta en el siglo 2481. Esta intervención elimina por completo un complejo espacial que, en la versión anterior de la Realidad, había sido un importante centro de despegue y tránsito de naves espaciales. Ahora está desierto y en ruinas. El impacto es tan inmediato y certero que el Sociólogo Voy reconoce la eficacia de la intervención: se ha alcanzado el «Máximo Resultado Deseado» (M.D.R.), es decir, el efecto óptimo buscado con el mínimo cambio necesario.
Cumplida su misión oficial, Harlan se enfoca en una tarea más urgente para él: saber qué ocurrirá con Noÿs en la nueva versión del mundo que surgirá tras el pequeño cambio proyectado para el siglo 482. Para ello, depende del trabajo del Analista Neron Feruque, un especialista encargado de reconstruir las trayectorias vitales de individuos particulares bajo las nuevas condiciones creadas por el Cambio. Feruque es un personaje huraño y amargado, que desprecia abiertamente a los Técnicos como Harlan. Pese a la tensión, Harlan insiste en obtener información cuanto antes.
Mientras espera, Harlan se sumerge en pensamientos más personales. Recuerda los días que pasó con Noÿs, especialmente la mañana después de la noche que pasaron juntos. Ella lo despierta con dulzura, y aunque él intenta mostrarse distante, su lenguaje corporal lo traiciona. Noÿs se acerca, lo besa, y su cercanía rompe las últimas barreras que él aún conservaba. En esos momentos, los límites morales y profesionales que lo regían como Eterno se desdibujan por completo. Ya no se siente culpable ni avergonzado. Al contrario, reconoce que está enamorado, aunque no lo expresa de forma explícita.
El afecto que siente por Noÿs se ve reforzado por su creciente sospecha de que el próximo Cambio puede borrarla de la existencia. Esa angustia lo lleva a reflexionar sobre las particularidades de esta mujer, no como un ser abstracto, sino como una identidad construida por sus gestos, su forma de hablar, sus elecciones cotidianas y su historia vital dentro de una Realidad determinada. Cualquier cambio en su entorno o en su pasado podría transformarla radicalmente o hacerla desaparecer.
En la oficina del Analista, el silencio que sigue al cese de actividad de la máquina encargada de proyectar las trayectorias vitales es profundo y desconcertante. Feruque confirma que el análisis ha terminado, pero su respuesta es sorprendente: Noÿs no existe en la nueva realidad. Ninguna de las proyecciones elaboradas indica siquiera una mínima posibilidad de que siga con vida o de que su personalidad se conserve de algún modo. Según el cálculo probabilístico, su desaparición es total y, ni siquiera en la antigua Realidad, su existencia parecía encajar completamente, lo que sugiere una extraña anomalía.
Harlan queda atónito ante la noticia. Aunque intenta disimular su conmoción y pide que lo lleven de nuevo al «kettle» —el dispositivo de viaje temporal—, no logra evitar que la emoción lo invada. Contra toda lógica, no siente tristeza, sino una euforia incontrolable. La ausencia de Noÿs en la nueva Realidad significa que él puede intervenir para evitar perderla, sin que se vea afectada la nueva Realidad que se imponga. En ese momento, lejos de resignarse a las reglas de Eternidad, Harlan comienza a concebir un posible plan para desafiar su estructura.
Así concluye el capítulo, con una revelación crucial que transforma la situación en una encrucijada. El conocimiento de que Noÿs será borrada de la existencia marca un antes y un después en la historia, pues a partir de ese momento, las decisiones de Harlan ya no estarán motivadas por la obediencia a los principios de Eternidad, sino por su deseo de preservar a la mujer a la que ama, aunque eso suponga oponerse a la misión misma de la organización a la que pertenece.
Capítulo 7: Preludio del crimen
En el capítulo 7 de El fin de la eternidad, titulado «Preludio del crimen», Andrew Harlan se debate entre la desesperación y la determinación. Después de confirmar que Noÿs Lambent no sobrevivirá a la próxima modificación de la Realidad, su conciencia ya no lo refrena: está dispuesto a violar las normas fundamentales de Eternidad para impedir que ella desaparezca. El capítulo comienza con Harlan entrando en una cápsula de desplazamiento temporal en el siglo 2456, mientras verifica que nadie lo observe. Aunque su cuerpo está allí, sus pensamientos ya están más adelante en el tiempo, con la mirada fija en su próximo acto: un crimen consciente y deliberado.
Durante el trayecto, Harlan rememora su reciente encuentro con el Computador Finge, una figura que ha pasado a representar para él no solo la autoridad de Eternidad, sino también una amenaza personal. Harlan había intentado evitar cualquier contacto con Finge tras regresar del 482, después de haber pasado tiempo con Noÿs. Sin embargo, Finge se pone en contacto con él apenas una hora después de recibir el informe de Harlan, solicitando una conversación en persona. Harlan acepta a regañadientes.
La visita de Finge a la habitación de Harlan se convierte en una escena cargada de tensión. Allí, el Computador se muestra irónico y condescendiente al examinar los objetos personales de Harlan, en especial una colección de libros impresos del siglo XX que este conserva como parte de su afición por la historia primitiva. Finge, que desprecia ese tipo de apegos culturales, ridiculiza los objetos, pero su verdadero propósito es otro: confrontar a Harlan sobre los detalles que había omitido en su informe. A través de un interrogatorio meticulosamente calculado, logra que Harlan confiese su relación íntima con Noÿs y repita palabra por palabra las conversaciones que mantuvo con ella. Aunque al principio Harlan resiste, acaba relatando los hechos con la precisión emocional del Observador que fue entrenado para registrar la realidad con objetividad.
Finge lo interrumpe cuando está por mencionar que mantuvo relaciones sexuales con Noÿs. No necesita oírlo; ya lo sabe. Pero, en lugar de enfurecerse, Finge adopta un tono casi amable y condescendiente, que termina por desestabilizar emocionalmente a Harlan. El Computador insinúa que todo fue planeado: Noÿs solo buscaba el supuesto beneficio místico de estar con un Eterno, motivada por una superstición extendida entre las mujeres de su clase, quienes creían que tener intimidad con un Eterno les otorgaría la inmortalidad. Finge revela que toda la misión de Harlan fue una manipulación diseñada por él mismo para confirmar esa creencia: Harlan había sido usado como sujeto de prueba.
La revelación desarma a Harlan. Se da cuenta, o cree darse cuenta, de que su relación con Noÿs fue producto de un engaño, de que sus sentimientos fueron instrumentalizados y de que no hubo amor verdadero, sino mera estrategia. Finge añade con tono sibilino que, si Harlan tuviera a Noÿs ahora, podría al menos disfrutarla antes de que la Realidad cambie y ella desaparezca para siempre. Pero una vez que el Cambio tenga lugar, Noÿs —o la mujer que resulte de la nueva versión del mundo— no sentirá nada por él.
Harlan, herido, humillado y lleno de rabia, está a punto de lanzarse sobre Finge. El Computador, previendo la reacción, saca una arma y lo detiene. Antes de irse, Finge deja caer la frase que se clava en la mente de Harlan como una maldición: «Qué lástima que el ahora no dure, ni siquiera en la Eternidad»
El capítulo concluye con Harlan saliendo de su habitación con prisa, casi corriendo, impulsado por una mezcla de desesperación, deseo y claridad. Su destino: consumar un acto prohibido que desafíe la propia estructura de Eternidad. De hecho y de intención, se ha convertido en un traidor al sistema al que sirvió con devoción. Pero ya no le guía la obediencia ni el deber, sino un impulso más humano y profundo: salvar a Noÿs. Aunque para hacerlo tenga que destruir todo lo que representa Eternidad.
Capítulo 8: El crimen
En el capítulo 8 de El fin de la eternidad, titulado «El crimen», Andrew Harlan consuma el acto que venía gestándose desde los capítulos anteriores: rapta a Noÿs Lambent y la introduce ilegalmente en Eternidad, violando todas las normas de su mundo. El capítulo comienza con Harlan evadiendo los protocolos y accediendo a una de las puertas del tiempo. Para evitar sospechas, estampa su sello en la entrada, simulando un uso legítimo. Aunque sabe que podría ser descubierto en cualquier momento, actúa con decisión, impulsado por el miedo de perder a Noÿs para siempre si no lo hace.
Cuando Harlan reaparece nuevamente en el 482, lo hace solo unos segundos después de marcharse. Para Noÿs, el tiempo no ha transcurrido, y su repentina reaparición la desconcierta. Él, evitando cualquier gesto de afecto que pudiera ser rechazado, le exige que lo acompañe sin hacer preguntas. Noÿs acepta con una serenidad que desarma a Harlan. La guía hasta la kettle y le anuncia que van al futuro más lejano.
Durante el viaje en el tiempo, Harlan observa con atención las reacciones de Noÿs. Ella se muestra curiosa, pero no asustada. Le pregunta sobre el funcionamiento del transporte, sobre la escala temporal que indican los números del temporómetro, y, finalmente, sobre la naturaleza de los Eternos. Harlan, aún afectado por las palabras de Finge, comienza a interrogarla. Le pregunta si realmente creía que los Eternos vivían para siempre y, sobre todo, por qué había decidido estar con él. Noÿs, con una mezcla de franqueza y dulzura, admite que, en parte, actuó motivada por el mito de que la intimidad con un Eterno podría hacerla inmortal, pero también confiesa que lo deseaba desde antes, que le gustaba y que se sentía atraída por su singularidad, por su lucha interna. Le dice que lo encontraba «raro», que le inspiraba compasión y que le resultaba evidente que él la deseaba, aunque intentara ocultarlo.
Esta conversación íntima entre ambos permite que Harlan baje parcialmente la guardia. Noÿs lo hace sonreír y hasta bromea con su apariencia para intentar aliviar la carga emocional que él soporta. Sin embargo, la tensión persiste. Él sabe que ha cometido una falta gravísima. Mientras viajan más allá del siglo 111.000, Noÿs comienza a inquietarse al ver lo lejos que han llegado. Entonces, detiene el avance del temporómetro. Harlan acepta. «Es suficiente», le dice. Y la lleva a recorrer ese lugar de Eternidad donde nadie ha llegado nunca: los «Siglos Ocultos».
Ambos caminan de la mano por corredores vacíos y perfectamente conservados, donde las luces se encienden al paso y todo está abastecido, a pesar de que nunca ha habido seres humanos que habitasen ese tramo de Eternidad. Noÿs lo observa todo con asombro. Harlan le explica que esas secciones se crearon mediante un duplicador de materia desarrollado en el siglo 300, una tecnología capaz de copiar cualquier objeto, incluso un entorno completo. Con esa máquina, Eternidad replicó estructuras funcionales a lo largo de millones de siglos, incluso en épocas aún inaccesibles para los Eternos. Aunque estas regiones no tienen uso inmediato, fueron preparadas para una futura expansión.
Entonces, Noÿs plantea una pregunta desconcertante: ¿por qué, si esa tecnología fue inventada en el siglo 300, ella no la conoce, siendo del siglo 482? Esa ausencia de memoria es la puerta de entrada para que Harlan le revele el mayor secreto: la naturaleza variable de la Realidad. Le explica que Eternidad tiene la capacidad de modificar la historia y que muchas veces lo hace alterando detalles sutiles —o no tan sutiles— que afectan a toda la humanidad. Así, hay invenciones, personas, guerras o descubrimientos que han existido en ciertas versiones del mundo y en otras no. Noÿs podría no haber existido en otra Realidad; o existir de otra forma.
Harlan revive entonces los recuerdos de su propio aprendizaje, cuando era un Novato, y rememora el trauma de descubrir que su hogar, su familia y su pasado podrían haber sido alterados o borrados para siempre sin que él lo supiera. Recuerda cómo otros chicos sufrieron al comprender que su existencia era solo una entre millones de posibilidades.
A pesar de lo traumática que podría resultar esta revelación, Noÿs la recibe con una calma sorprendente. Su reacción no es de miedo ni angustia, sino de indignación. Le parece injusto que un grupo de hombres en Eternidad tenga el poder de decidir qué versiones del mundo merecen existir. Se enfurece al enterarse de que tecnologías como el duplicador fueran eliminadas de su siglo. Harlan intenta justificarlo, afirmando que algunas innovaciones generan consecuencias imposibles de controlar, como la duplicación de personas o las guerras nucleares, y que Eternidad interviene para evitar futuros que podrían traer sufrimiento. Le habla de computadoras avanzadas que simulan posibles futuros y eligen los más beneficiosos para la humanidad.
Noÿs, sin embargo, desconfía de esos cálculos y de las decisiones tomadas por unas pocas personas. Harlan trata de consolarla explicándole que, aunque su pasado haya sido alterado, conserva todos sus recuerdos, y eso es lo que realmente importa. Pero ella no se convence del todo. Le pregunta si eso significa que debe quedarse para siempre en esa Eternidad vacía, sola. Él le promete que no será así. Le asegura que la protegerá, que averiguará qué versión de ella existirá en la nueva Realidad, y que la hará regresar a su siglo disfrazada, sin que nadie lo advierta. Le promete gestionar una unión formal con ella, permitida por los protocolos, aunque eso suponga enfrentar más riesgos.
Al final del capítulo, Noÿs le pregunta si todo esto está permitido. Harlan reconoce que no, que ha cometido un crimen grave al traerla a Eternidad y mantenerla fuera del alcance de los Cambios. Pero también le confiesa que lo haría de nuevo si fuera necesario. No por ella, aclara, sino por sí mismo. Porque no podría soportar perderla.
Con esa confesión, el capítulo concluye con una nota de desafío. Harlan afirma que no teme a los castigos de Eternidad, porque ha descubierto cosas que sus superiores desconocen que él sabe. Se perfila así un nuevo Harlan, ya no obediente ni neutral, sino dispuesto a enfrentarse al sistema que lo formó para proteger aquello que más valora: su amor por Noÿs Lambent.
Capítulo 9: Interludio
En el capítulo 9 de El fin de la eternidad, titulado «Interludio», se presenta un período de aparente calma, casi idílico, en la vida de Andrew Harlan, mientras espera a que se concrete el Cambio de Realidad que borrará del tiempo la existencia de Noÿs Lambent. Esta etapa, que parece extenderse más de lo que realmente dura, está marcada por la convivencia secreta entre ambos, los preparativos minuciosos de Harlan y su creciente comprensión de los sistemas que regulan la Eternidad. Sin embargo, esa calma es superficial: subyace a ella la tensión de un delito en curso, el temor a ser descubierto y la sombra de un destino incierto.
Lo primero que sucede es que Harlan abandona el siglo 482 y regresa sus pertenencias personales al 575, su base original, incluyendo lo que más valora: su colección de revistas primitivas. La despedida es fría y controlada, especialmente por parte del Computador Finge, quien se limita a un comentario sarcástico y a recordarle —con una sonrisa enigmática— que ha decidido no reportar el intento de agresión física de Harlan. Este responde con frialdad y mantiene la compostura, sabiendo que está en el umbral de decisiones mucho más graves.
Ya instalado de nuevo en el 575, Harlan tiene un breve encuentro con Twissell, el viejo y excéntrico Computador Senior que lo ha protegido en el pasado. Twissell, agotado y algo distraído, apenas se detiene a hablar con él, pero deja escapar un comentario ambiguo que ahora Harlan entiende mejor, dada su nueva perspectiva: le dice que ha cumplido con el tiempo «al pie de la letra», una frase que encierra más de lo que parece. Luego, Harlan reanuda contacto con su antiguo aprendiz, Brinsley Sheridan Cooper, quien ha madurado durante su ausencia. Cooper ya se adentra en temas avanzados de matemáticas temporales, aunque sigue interesado en las civilizaciones primitivas, y le solicita a Harlan información sobre la vida urbana en Los Ángeles en el siglo XXIII. Este detalle, aparentemente inocente, hace que Harlan sospeche que Cooper, quizás sin saberlo, está vinculado a un plan mayor dentro de Eternidad.
Al mismo tiempo, Harlan se dedica con obsesión a dos tipos de investigación. Por un lado, revisa en secreto los informes de Cambios de Realidad que pasan por las manos de Twissell, buscando la confirmación de cuándo ocurrirá el cambio que afectará al 482. Por otro, frecuenta la biblioteca de su siglo, donde explora nuevas secciones por primera vez. Examina la literatura propia del 575, especialmente las múltiples versiones de las obras de un autor llamado Eric Linkollew, las cuales varían según la Realidad que las haya producido. Esto lo lleva a reflexionar sobre la estabilidad de la cultura y la imposibilidad de cuantificar los valores artísticos. También se interesa por los escritos de August Sennor, un pensador que plantea cuestiones inquietantes, como la posibilidad de que existan «análogos» de los Eternos dentro de la Realidad, es decir, versiones alternativas de ellos mismos que ignoran quiénes son en otra línea temporal.
Pero, más allá de sus investigaciones, la verdadera importancia de este interludio está en su relación con Noÿs. En sus tiempos libres, Harlan la visita en secreto en los Siglos Ocultos, donde ella permanece escondida del resto de Eternidad. Allí, comparten una vida íntima que les permite conocerse mejor. Noÿs le habla con ternura, lo provoca, se burla de su seriedad y lo hace reír. Harlan, por su parte, se muestra feliz, sonriente y mucho más relajado. Encuentra en Noÿs a alguien con quien compartir sus pensamientos, sus dudas y sus aprendizajes. La convivencia, más que las muestras de pasión, se convierte en el centro de su experiencia con ella.
Sin embargo, persisten algunas tensiones. Harlan se siente culpable por haberle ocultado que el Cambio está cerca. Además, cuando intenta llevarle más pertenencias desde su casa en el 482 —ropa, libros, alimentos—, ella le pide que no se arriesgue. Pero él insiste. Le promete que volverá una última vez a su casa para recoger más cosas personales, especialmente libros de su biblioteca, al darse cuenta de que, al no saber leer el alfabeto intertemporal, Noÿs no puede disfrutar del material disponible en la biblioteca de los Siglos Ocultos.
Esa última incursión marca el final del capítulo. Harlan vuelve al 482 para recoger algunos libros de la biblioteca personal de Noÿs. Encuentra varios títulos llamativos, entre ellos Historia social y económica de nuestra época, que lo sorprende al revelar una faceta más intelectual de ella, hasta ahora inadvertida. Selecciona los libros que considera apropiados, especialmente aquellos de lectura ligera, y se dispone a regresar. Pero, justo en ese momento, escucha claramente una risa masculina dentro de la casa. Ya no se trata de una percepción confusa o una sospecha vaga como en una visita anterior, sino de una presencia real. Hay alguien más en la casa con él. El capítulo concluye con Harlan paralizado por la posibilidad de haber sido descubierto.
Este interludio marca un punto de inflexión en la historia. Aunque se presenta como un paréntesis de tranquilidad, también muestra cómo todo comienza a tensarse de forma casi imperceptible. El cambio está cerca. Las preguntas sin respuesta se acumulan. Y Harlan, a pesar de su aparente control, se encuentra más cerca que nunca de perderlo todo.
Capítulo 10: Atrapado
En el capítulo 10 de El fin de la eternidad, titulado «Atrapado», la historia retoma el curso con un giro dramático que marca el punto más tenso hasta ahora de la novela. Andrew Harlan, luego de regresar una vez más al hogar de Noÿs en el 482 para traerle libros, comete un error fatal: activa los controles de la puerta temporal de forma incorrecta y se introduce en un momento de la Realidad que ya había visitado anteriormente. En el instante en que abre una puerta dentro de la casa, se encuentra con alguien que no es otro que él mismo, en una versión de su pasado. El reconocimiento no es visual, sino instintivo. Comprende que ha cometido una infracción gravísima: ha hecho coincidir dos versiones de sí mismo en el mismo punto del tiempo, lo cual constituye uno de los mayores tabúes dentro de las reglas de Eternidad.
El impacto de esta revelación lo deja descompuesto física y mentalmente. Logra regresar a Eternidad y a su hogar en el 575, sin que nadie lo controle, gracias a la indiferencia institucional que los Técnicos inspiran. Aun así, queda marcado por la experiencia. La certidumbre de haber infringido una regla tan fundamental lo sume en un estado de parálisis emocional y lo lleva a una profunda crisis. De pronto, todo lo que había planeado se tambalea. La idea de encontrar en la nueva Realidad a una versión de Noÿs con la cual reemplazar a la que él había salvado comienza a parecerle inaceptable, absurda. ¿Qué pasaría con la mujer original? ¿Qué haría con su análogo si resultara tener familia, esposo o hijos?
Durante ese período de abatimiento, se produce finalmente el Cambio de Realidad en el 482. Cuando Twissell lo contacta para informarle, Harlan apenas reacciona. Twissell, con tono sutilmente enigmático, le indica que lo espera en el cuarto de Computación al día siguiente, sugiriendo que hay mucho que discutir. Este llamado funciona como un revulsivo para Harlan: la amenaza externa lo saca de su pasividad y lo lleva a retomar el control de sus acciones. Decide entonces emplear la información que ha obtenido y actuar con determinación.
En este punto la novela retoma el viaje de Harlan al siglo 2456, donde extorsiona al Sociólogo Voys para obtener la información que necesita sobre el destino de Noÿs en 482. El resultado supera sus expectativas: en la nueva Realidad, Noÿs no tiene ningún análogo. No existe versión alguna de ella. Esto significa que puede permanecer en Eternidad sin riesgo, sin generar duplicidad ni conflictos estructurales. Con esa certeza, Harlan se siente eufórico y corre a comunicarle la noticia. Pero justo cuando intenta llegar a los Siglos Ocultos para reunirse con ella, ocurre un suceso inexplicable: el viaje en el tiempo se detiene abruptamente en el siglo 100,000.
El freno no tiene causa aparente. Los controles del «kettle» no indican fallo técnico alguno. La energía se sigue consumiendo con normalidad, pero no hay forma de avanzar más allá de ese punto. Intenta con otros vehículos, repite el proceso, pero el resultado es el mismo. Harlan queda atrapado en el límite invisible del tiempo. El siglo 100,000 se convierte, sin explicación, en una barrera absoluta.
Lleno de furia y desesperación, seguro de que todo es obra de Finge, desciende nuevamente en el tiempo hasta el 482. Lleva consigo un arma obtenida en la biblioteca del 575, un dispositivo llamado «látigo neurónico», que tiene la capacidad de provocar dolor paralizante estimulando los centros nerviosos sin causar muerte inmediata. Con este instrumento, planea forzar a Finge a confesar lo que sabe y liberar el bloqueo que lo separa de Noÿs.
Cuando Harlan entra en los aposentos privados de Finge, lo encuentra parcialmente vestido. Se posiciona entre él y el comunicador, lo intimida, le muestra el arma y exige respuestas. Finge, aunque inicialmente desconcertado, mantiene la compostura y, poco a poco, le revela la verdad: sabía todo desde el principio. Sabía que Harlan había llevado a Noÿs a Eternidad, sabía que la escondía, sabía incluso de sus viajes reiterados al 482 para abastecerla. Todo había sido observado y reportado.
Finge afirma que su objetivo desde el inicio había sido desenmascarar a Harlan como un Eterno inadecuado. Según él, su misión al asignarle la observación en el 482 no era solo probar una teoría sobre la cultura de ese siglo, sino probar que Harlan no estaba a la altura del ideal de un Eterno. Lo había puesto a prueba —lo había provocado—, y Harlan había fallado. El romance con Noÿs no había sido una casualidad ni un descuido, sino una reacción esperada que confirmaba la teoría de Finge.
Pero el golpe más duro para Harlan no proviene de esta confesión, sino del hecho de que toda la situación ya ha sido informada al Consejo Temporal, la más alta autoridad de Eternidad. Finge le demuestra que hizo su informe justo al producirse el Cambio de Realidad, y lo respalda con un registro sonoro en el que se detalla, paso a paso, todo lo que Harlan ha hecho. El descubrimiento de que sus actos ya no son un secreto y que el asunto ha llegado a los oídos del Consejo hace que el enfrentamiento con Finge pierda sentido. Harlan guarda el látigo neurónico sin usarlo y abandona el lugar con decisión.
El capítulo concluye con Harlan encaminándose a enfrentar al Consejo Temporal o, al menos, a Twissell. Ya no siente miedo. Su convicción es clara: él es indispensable para Eternidad. La magnitud de sus conocimientos, su dominio del cambio temporal, y el poder de los secretos que posee lo convierten en una pieza que no pueden eliminar. Está dispuesto a negociar, y sabe que tiene una carta poderosa: una sola mujer a cambio de la continuidad de toda Eternidad.
Capítulo 11: Círculo completo
En el capítulo 11 de El fin de la eternidad, titulado «Círculo completo», la narración alcanza una nueva cumbre de revelaciones al tiempo que Andrew Harlan se enfrenta finalmente con el núcleo del poder en Eternidad. Tras una noche de insomnio marcada por la ansiedad, el temor por el destino de Noÿs y la frustración ante la aparente inacción de Twissell, Harlan es despertado por un funcionario administrativo ajeno a su Sección. Este hombre le comunica que ha sido convocado ante un subcomité del Consejo Temporal, reunido en la Sección 575. Para Harlan, esto confirma que los altos mandos de Eternidad están al tanto de su transgresión y que el juicio final sobre su destino está por comenzar.
En la reunión, Harlan se encuentra con seis de los más altos Eternos, incluido su mentor Twissell y el influyente y enigmático August Sennor. Durante el almuerzo compartido, lo interrogan sin abordar directamente el caso de Noÿs. Sennor, especialmente, lanza preguntas aparentemente filosóficas y teóricas sobre la naturaleza del tiempo, los viajes temporales y los límites de la Realidad, centrándose en temas como los encuentros entre un individuo y su yo pasado o futuro. Harlan, atento pero desconcertado, comprende que lo están evaluando, analizando sus reacciones, poniéndolo a prueba desde un ángulo inesperado: no a través del juicio moral, sino del conocimiento y el pensamiento teórico.
La conversación deriva hacia la paradoja del hombre que se encuentra a sí mismo en el tiempo, y Sennor expone que, según las leyes que rigen Eternidad, tales encuentros son imposibles porque la Realidad misma se ajusta para evitar la contradicción. El universo, sostiene, se modifica para anular cualquier paradoja. Harlan reacciona con tensión, pues sabe que ha vivido precisamente eso: se ha visto a sí mismo, rompiendo una de las leyes más fundamentales del viaje temporal. Sin embargo, nadie lo menciona. Cuando el almuerzo concluye y los miembros del Consejo se retiran, Harlan queda a solas con Twissell.
Es entonces cuando el capítulo revela el centro oculto de toda la estructura narrativa. Harlan, decidido a utilizar toda la información que ha recopilado, confronta a Twissell con una deducción que ha elaborado tras semanas de estudiar la historia de las matemáticas. Afirma que Vikkor Mallansohn, el hombre que en el siglo XXIV inventó el Campo Temporal —base sobre la cual se fundó Eternidad— no pudo haberlo hecho con los recursos matemáticos de su época. Las ecuaciones necesarias, las llamadas ecuaciones de Lefebvre, fueron desarrolladas más de tres siglos después. Por lo tanto, la única forma en que Mallansohn pudo haber inventado el Campo era si alguien del futuro —alguien desde Eternidad— se las hubiera enseñado. Y Harlan concluye que Twissell planea precisamente eso: enviar al joven Cooper, el Novato que ha estado siendo preparado cuidadosamente con conocimientos matemáticos y sociológicos, al pasado para convertirse en el mentor de Mallansohn.
Pero Twissell lo desmiente. No porque el plan no exista, sino porque Harlan no ha ido lo bastante lejos en su deducción. La verdad, le dice, va más allá: el Cooper no está destinado a enseñar a Mallansohn… Cooper es Vikkor Mallansohn. El Novato será enviado al siglo XXIV, donde adoptará una nueva identidad, formulará el Campo Temporal utilizando los conocimientos adquiridos en Eternidad y, con ello, dará origen al mismo mundo que permitió su viaje. Cooper no solo forma parte del ciclo: es el inicio del ciclo. La Eternidad ha sido creada por sí misma en un bucle causal que desafía cualquier concepción lineal del tiempo. Cooper es el punto de origen y de cierre; el ciclo comienza y termina con él. De ahí el título del capítulo: Círculo completo.
Este descubrimiento modifica por completo la comprensión de Harlan sobre Eternidad, sobre la naturaleza del tiempo y sobre su propio lugar en ese entramado. Su acceso al conocimiento del pasado primitivo, su experiencia como Técnico, su conflicto con Finge y su relación con Noÿs lo han acercado a una posición crucial, pero lo que descubre aquí lo trasciende: la existencia de Eternidad depende de una autocreación paradójica. Lo que parecía un artificio lógico se revela como la base misma del sistema. La paradoja no es evitada: es fundacional.
Capítulo 12: El principio de la Eternidad
En el capítulo 12 de El fin de la eternidad, titulado «El principio de la Eternidad», la historia alcanza un punto de revelación y giro decisivo que replantea completamente el papel de Andrew Harlan dentro del sistema temporal. La conversación entre Harlan y el viejo Twissell, iniciada en el capítulo anterior, continúa en la oficina del Computador, donde finalmente se expone en detalle el origen paradójico de Eternidad: un ciclo de tiempo cerrado y autocausado.
Twissell le revela a Harlan que Vikkor Mallansohn, el fundador de la Eternidad, fue en realidad Brinsley Sheridan Cooper, el mismo Novato que Harlan ha estado entrenando. Cooper había sido llevado a Eternidad desde el siglo 78, educado en matemáticas por Twissell y en sociología por el propio Harlan, y luego enviado al siglo 24 para instruir al supuesto científico Mallansohn. Sin embargo, una vez allí, Cooper encontró a Mallansohn como un solitario excéntrico que, antes de poder ser instruido, murió accidentalmente. Cooper, sin alternativa, decidió asumir su identidad, construir el generador temporal por su cuenta y presentar su descubrimiento como si fuera el de Mallansohn. Así, Mallansohn nunca existió como individuo autónomo: fue siempre Cooper, transformado en el personaje histórico que daría inicio a Eternidad.
El relato que Cooper dejó escrito —el memoir o memorando de Mallansohn— fue preservado en un cilindro de estasis temporal, accesible únicamente por los Computadores más altos. Desde entonces, ha sido transmitido en secreto entre ellos. Fue ese documento el que permitió a Twissell reconstruir cuidadosamente el ciclo, entrenar a Cooper según lo que el propio Cooper recordaba en el memoir, y preparar todos los acontecimientos necesarios para que la historia se cerrara sobre sí misma sin errores. El plan debía cumplirse al pie de la letra, sin alteraciones, ya que cualquier desviación pondría en riesgo la existencia de Eternidad. Este principio de causa invertida —construir el pasado desde el conocimiento del futuro— es la base paradójica sobre la que se asienta todo el sistema.
Twissell elogia a Harlan por haber deducido buena parte de la verdad por sí mismo, algo que no estaba previsto ni mencionado en el memoir, y por tanto abre la posibilidad de un ascenso para él. Pero Harlan, ya desconfiado, comienza a tantear los límites de su poder. Formula preguntas sobre la fragilidad del círculo: ¿qué ocurriría si él, con pleno conocimiento de los acontecimientos, decidiera no seguir el plan?, ¿podría una acción deliberada de su parte quebrar el ciclo y destruir Eternidad? Twissell responde con evasivas, insistiendo en que nada puede salir mal si ya ha ocurrido, pero su inquietud es evidente. Cuando Harlan menciona nuevamente a Noÿs, Twissell intenta zanjar el tema con la afirmación de que está «a salvo», sin ofrecer más detalles.
Poco después, Twissell conduce a Harlan a una sala restringida, oculta tras un escáner de seguridad, donde se encuentra un artefacto en forma de esfera: un vehículo temporal, un «kettle» especial, que no está limitado a los ejes tradicionales de Eternidad y puede desplazarse más allá del límite más remoto del pasado. El diseño del dispositivo ha sido posible gracias a indicios encontrados en el memoir, y está destinado a trasladar a Cooper al siglo 24 para cumplir su papel como Mallansohn.
Sennor y otro miembro del subcomité se encuentran aún inspeccionando el vehículo cuando llegan, enfrascados en una discusión sobre los efectos del viaje espacial en la evolución de la humanidad y su impacto en la estabilidad de las Realidades. Sennor sostiene que el impulso hacia la exploración espacial es, en última instancia, perjudicial, mientras que su colega se resiste a aceptar una visión tan tajante. Finalmente se retiran, y Twissell invita a Harlan a entrar en la cápsula.
Luego de revisar la cápsula Twissell hace entrar a Harlan en la sala de control, donde lo encierra. Le informa que, en cumplimiento con lo indicado en el memoir, Harlan debe estar presente en la sala de control del lanzamiento para ser visto por Cooper antes del viaje. Sin embargo, le asegura que su participación es casi simbólica, ya que, si algo le impidiera a Harlan activar el contacto final, hay otra persona designada para hacerlo en su lugar. Una vez revelado esto, Twissell desactiva la comunicación bidireccional, permitiéndole a Harlan oír, pero no comunicarse con el exterior.
Solo entonces Harlan comprende que ha sido engañado. Twissell lo ha llevado con engaños hasta esa sala, donde queda recluido y apartado del proceso decisivo. Su plan de negarse a colaborar si Noÿs no le era devuelta, ha perdido peso. Su rol activo en el destino de Cooper ha sido neutralizado. Aunque hasta hace apenas unas horas él creía tener el control sobre el destino de Eternidad, ahora se ve completamente desplazado y sin poder. Comprende que todo el proyecto ha estado más avanzado de lo que imaginaba y que su influencia ya no es necesaria. Noÿs sigue fuera de su alcance, y cualquier posibilidad de influir en su destino se ha desvanecido.
Así concluye el capítulo, con Andrew Harlan encerrado, aislado y despojado de todo poder, mientras el proyecto que ha dado origen a Eternidad se encamina a su cumplimiento definitivo. El viaje de Cooper hacia el pasado está a punto de realizarse. El círculo temporal está por cerrarse, y con él, se sella el inicio —y el fin— de Eternidad.
Capítulo 13: Más allá de los límites de la Eternidad
En el capítulo 13 de El fin de la eternidad, titulado «Más allá de los límites de la Eternidad», Brinsley Sheridan Cooper —el joven que, al viajar al pasado, se convertirá en Vikkor Mallansohn— entra entusiasmado en la sala donde se encuentra el vehículo temporal especialmente diseñado para enviarlo más allá del límite inferior del tiempo. Su emoción es visible, aunque matizada por la ansiedad que provoca el peso de la misión. A través de una ventana, Harlan lo observa con amargura desde la sala de control, sin poder comunicarse ni intervenir, encerrado por Twissell para evitar cualquier interferencia con el proyecto.
Twissell acompaña a Cooper y lo instruye con una mezcla de solemnidad y cálculo preciso. Le repite minuciosamente detalles técnicos que ya le han sido enseñados antes, pero que debe recordar con exactitud para consignarlos en el memoir que escribirá al final de su vida como Mallansohn. Se describen aspectos técnicos del vehículo: su potencia es muy superior a la de los kettles comunes, ya que este no puede ser «jalado» desde un punto de llegada —como ocurre dentro de Eternidad—, sino solo «empujado» desde el punto de partida.
La conversación entre Twissell y Cooper continúa durante dos horas, mientras el vehículo es preparado. Cooper recibirá alimentos, refugio y elementos de defensa. Todo está dispuesto para que, una vez en el siglo 24, pueda ocultarse y adaptarse al mundo primitivo, con ropas adecuadas, una radio receptora y herramientas para construir una base secreta. La idea es que se integre lentamente a la sociedad, adquiera su idioma y costumbres, y, después, localice al supuesto Mallansohn. Lo que Cooper aún no sabe es que él reemplazará a Mallansohn en el pasado y fundará la Eternidad. Aún cree que su función se limita a ser el mentor de Mallansohn y que debe educarlo en las matemáticas avanzadas que requiere la creación de la Eternidad.
Mientras tanto, en la sala de control, Harlan ha tomado una decisión. A espaldas de Twissell, ha llevado consigo su látigo neurónico, una peligrosa arma que afecta el sistema nervioso. En un acto secreto y calculado, rompe el dispositivo, accede a su núcleo energético y lo usa como una antorcha para fundir el mecanismo que bloquea el control de dirección temporal. Durante los últimos segundos antes del lanzamiento, finge cumplir su función asignada: alinear los contactos y activar el impulso en el momento cero. Pero mientras su mano izquierda ejecuta esa tarea, con la derecha —en el instante final— cambia la dirección del viaje. Cooper no viaja al siglo 24. Harlan ha modificado la coordenada sin siquiera mirar a dónde lo ha enviado.
Pasan unos instantes de silencio. El vehículo ha desaparecido, como si nunca hubiera estado allí. Twissell, exultante, corre hacia la sala de control y celebra con entusiasmo que la misión se haya cumplido. Cree que el círculo está completo y que Eternidad ha sido salvada. Habla incluso de Sennor, su viejo colega del Consejo, quien dudaba de la viabilidad del proyecto por la paradoja de un sistema que conocía su propio futuro. Twissell, satisfecho, siente que la historia lo ha desmentido.
Pero Harlan, aún sin moverse, lo interrumpe: el proyecto ha fracasado. La aguja del medidor temporal ahora marca el siglo 27, en el extremo opuesto del arco de destino, una señal clara de que Cooper no ha sido enviado al lugar previsto. Harlan le explica que destruyó el bloqueo, manipuló la palanca y varió la coordenada antes de regresar el control a su posición original. No sabe a qué siglo exacto ha enviado a Cooper, pero ha roto la continuidad del plan. La cápsula puede haber llegado demasiado tarde, en un tiempo erróneo, o en una localización irrelevante. Harlan ha alterado el futuro que debía haberse cumplido, y la paradoja ya no podrá resolverse.
Twissell, en shock, al principio no puede comprenderlo. Cuando empieza a asimilarlo, Harlan le confirma que el círculo ha sido interrumpido y que, con ello, la existencia de Eternidad está condenada. El tiempo lo dirá: tal vez en minutos, horas o días. Pero eventualmente, Cooper romperá alguna regla no prevista por el memoir, se desviará de su misión, y el bucle que sostenía la Eternidad se deshará. El resultado será el fin de la organización. La Eternidad llegará a su fin, no como una catástrofe inmediata, sino como un proceso irreversible iniciado por un gesto secreto, solitario y definitivo.
Así concluye el capítulo: con el pesado silencio del destino alterado y la conciencia de que un acto individual, motivado por el amor y el deseo de libertad, ha sido capaz de quebrar el sistema más rígido que el ser humano había construido en la historia.
Capítulo 14: El crimen anterior
En el capítulo 14 de El fin de la eternidad, titulado «El crimen anterior», Andrew Harlan y el anciano Computador Laban Twissell permanecen encerrados tras el fallido lanzamiento de Cooper, enfrentando las consecuencias del acto que ha roto el ciclo fundacional de Eternidad. La tensión emocional de ambos llega a un punto culminante, en un capítulo dominado por la introspección, los reproches mutuos y, sobre todo, por la confesión de un profundo secreto personal que altera por completo la perspectiva del lector sobre Twissell.
Harlan, convencido de que ha condenado a la Eternidad con su sabotaje, revela sin reservas que lo hizo por Noÿs, la mujer que amaba y que, según creía, iba a ser eliminada por los mandatos inflexibles de la organización. Desesperado y lleno de dolor, le reclama a Twissell el haberlo traicionado, acusándolo de querer entregarla al olvido o de utilizarla de manera indigna una vez concluido el proyecto. Twissell, sin negar que conocía la situación de Noÿs, se muestra sorprendido por la decisión de Harlan y comienza a explicarle que las cosas no eran como él pensaba. Intenta hacerle comprender que los hechos que lo llevaron a actuar estaban basados en malentendidos, manipulaciones políticas y rencores ajenos, especialmente los del Computador Finge, quien había aprovechado la situación para perjudicar a Twissell presentando un informe al Consejo que comprometía a Harlan.
Twissell sostiene que Finge no actuó por deseo de poseer a Noÿs, sino por enemistad hacia él mismo. Harlan había sido su protegido, y cualquier daño que sufriera el joven Técnico afectaría el prestigio del viejo Computador. Así, el informe de Finge tenía por objetivo forzar la renuncia de Twissell al Consejo, no proteger la integridad de la Eternidad. Según explica Twissell, el informe no tuvo consecuencias porque fue cuidadosamente clasificado por él antes de que llegara a manos de otros miembros del Consejo y, de hecho, nadie más conocía realmente su contenido.
Pese a estas explicaciones, Harlan insiste en su visión trágica. Está convencido de que todo ha sido un teatro cruel: la presencia del Consejo durante el desayuno, la actitud burlona de Sennor, las constantes evasivas, todo fue, según él, una forma de humillarlo antes de destruirlo. Incluso recuerda que Sennor habló de la paradoja del «hombre que se encuentra a sí mismo», lo que le parece una referencia directa a su viaje ilegal al siglo 482, donde casi se cruzó con una versión de sí mismo. Sin embargo, Twissell le muestra que esas sospechas están teñidas de paranoia: los Consejeros, dice, no lo despreciaban ni lo vigilaban, sino que, impedidos de asistir al momento crucial del viaje de Cooper por no figurar en el memoir, solo querían ver de cerca a quien estaría presente en el instante decisivo. Según él, se trataba de una reacción humana y comprensible, no de un castigo.
Esta conversación lleva a Twissell a un tema central del capítulo: el verdadero motivo por el cual comprende tan bien a Harlan y por el que estaría dispuesto a garantizarle la vida junto a Noÿs. Lo que sigue es una larga confesión en la que Twissell relata un crimen que cometió muchos años atrás, cuando aún era un joven Computador.
Twissell revela que también se enamoró de una mujer durante su servicio como Eterno. Ella era oriunda del siglo 575, y fue asignada a él mediante el sistema de emparejamiento oficial. Aunque no era una mujer bella, él se enamoró profundamente. Como todos los Eternals, sabía que las relaciones estaban limitadas por estrictas condiciones: la mujer debía tener una vida corta, sin impacto prolongado sobre la Realidad. En un principio aceptó esa condición sin conflicto, pero pronto su amor se volvió más profundo y trágico. Ella quedó embarazada, algo no permitido. Twissell, sabiendo que iba a morir antes del nacimiento del niño, permitió que el embarazo continuara, creyendo que no afectaría la Realidad. La mujer murió, tal como el análisis había predicho, pero el niño sobrevivió.
Twissell, incapaz de eliminar a su hijo, lo dejó vivir y lo cuidó en secreto durante dos años. Supervisó su desarrollo y comprobó, mediante cálculos, que el niño no causaba alteraciones graves en la estructura temporal. Sin embargo, cuando le asignaron su primer gran cambio como Computador, descubrió con horror que la nueva Realidad resultante eliminaría la vida plena de su hijo, dejándolo como parapléjico desde los cuatro años. Peor aún, por la naturaleza de la nueva estructura social, Twissell no podría brindarle atención médica avanzada ni ofrecerle una muerte piadosa. Su hijo viviría 42 años en sufrimiento, producto directo de su propia decisión. A pesar de ello, cumplió con su deber como Eterno y ejecutó el cambio, sabiendo que estaba sacrificando a su hijo. Desde entonces, ha vivido con ese peso como su «gran crimen».
Esta confesión transforma por completo la percepción de Twissell. Explica por qué, en su vejez, acepta romper las leyes que ha defendido toda su vida. Ahora comprende el dolor de Harlan, y le ofrece su promesa personal: Noÿs no será eliminada, él se encargará de proteger su vida, aun si eso implica romper las reglas que han regido Eternidad desde su fundación. No lo hace por sentimentalismo ni por revancha, sino como forma de expiación. Desea que Harlan no repita su error, que no sacrifique el amor por fidelidad a una estructura que, en su caso, le arrebató a su familia.
Al final, Harlan, profundamente conmovido y comprendiendo demasiado tarde que sus sospechas lo llevaron a un error irreparable, se derrumba. Se da cuenta de que quizás pudo haber tenido a Noÿs sin destruir la Eternidad. Pero ya es tarde. El círculo está roto y, con él, la historia de la Eternidad ha llegado a su fin. Lo único que le queda ahora es vivir con esa certeza: su acto fue irreversible. Su amor no ha sido salvado, y la Eternidad, tampoco.
Capítulo 15: Búsqueda por la época Primitiva
En el capítulo 15 de El fin de la Eternidad, titulado «Búsqueda por la época Primitiva», la historia retoma inmediatamente después del clímax emocional y narrativo del capítulo anterior. Andrew Harlan y Laban Twissell, encerrados aún en las instalaciones del proyecto, enfrentan con urgencia las consecuencias de haber enviado a Cooper —el hombre que debía cerrar el ciclo temporal fundacional de Eternidad— al siglo equivocado. Sin embargo, en lugar de rendirse ante lo irreversible, Twissell plantea una sorprendente posibilidad: la alteración aún puede revertirse, y eso significa que la Eternidad todavía existe.
Twissell convence a Harlan de que la falta de un cambio inmediato en la Realidad es una señal. Si el ciclo estuviese verdaderamente roto, la desaparición de Eternidad sería instantánea. Pero como no ha ocurrido, existe aún una probabilidad significativa —aunque decreciente— de corregir el error. Esa posibilidad se mantiene en tanto las decisiones que ellos tomen no disminuyan demasiado dicha probabilidad. De ahí que Twissell insista en actuar rápido, sin perder más tiempo en el lamento o el arrepentimiento.
La primera tarea es determinar a qué siglo exacto fue enviado Cooper. Para eso, Twissell propone una recreación del momento en que Harlan manipuló el control de lanzamiento. En una escena cargada de tensión y simbología, Harlan vuelve a colocarse frente al mecanismo, reproduce los gestos de aquella acción crucial y, a partir del movimiento de su mano, Twissell estima que el destino de Cooper fue el siglo 20, más precisamente entre los años 1925 y 1950. Aunque Harlan duda de la precisión del experimento, Twissell confía en que ese es un punto de partida válido.
El nuevo plan consiste en buscar rastros de Cooper en el pasado, con base en la certeza de que él, al notar su error de localización, habría intentado dejar algún mensaje para ser rescatado. Twissell apela a una lógica particular: Cooper, al haber sido parte de Eternidad, entendería la posibilidad de comunicarse con ellos a través del tiempo, y sabría que Harlan sería quien buscaría esas señales. La pregunta, entonces, es cómo podría haberlo hecho, sin violar las leyes de la Realidad ni alterar la historia de modo evidente.
A partir de las habilidades de Harlan como experto en el Primitivo, deducen que la mejor vía para dejar una señal sería a través de una publicación impresa, específicamente en las revistas que Harlan había coleccionado y estudiado extensamente. Cooper, sabiendo que Harlan conocía esas fuentes a la perfección, podría haber dejado un mensaje oculto en forma de anuncio publicitario, algo sutil, inteligible solo para un lector del futuro, pero completamente inocente para los habitantes del siglo 20. Esa estrategia le permitiría comunicarse sin despertar sospechas ni alterar la historia de forma detectable.
La siguiente fase del capítulo se convierte entonces en una búsqueda exhaustiva y sistemática en los volúmenes encuadernados de las revistas, conservadas en la biblioteca personal de Harlan. Durante varios días, ambos revisan página tras página. La descripción de este proceso es meticulosa y refleja la intensidad de la tarea: noches sin dormir, cansancio extremo, el avance paciente por años de material impreso. Twissell, que al principio observa con desconcierto los pesados libros de papel, pronto se ve tan implicado emocionalmente como Harlan, aunque sin aportar directamente a la revisión.
Durante los descansos, Twissell reflexiona en voz alta sobre los riesgos que implicaría la desaparición de la Eternidad. Recuerda cómo, en los siglos anteriores a su fundación, la humanidad estuvo expuesta al caos de los eventos con máxima probabilidad: guerras, enfermedades, esclavitud, colapsos tecnológicos. La labor de la Eternidad, insiste, ha elevado el nivel de vida de la humanidad y evitado su autodestrucción. Con ese trasfondo, el fracaso del proyecto y la desaparición de Eternidad significarían, según él, el retorno a un futuro de aniquilación atómica.
Al tercer día de búsqueda, Harlan finalmente encuentra un anuncio que reconoce de inmediato como el mensaje de Cooper. Su reacción es de asombro, no solo por haberlo hallado, sino porque, en el fondo, no creía que realmente existiera. Sin embargo, no muestra el anuncio a Twissell de inmediato. Antes, exige una prueba concreta de que Noÿs está viva y a salvo, como Twissell le había prometido. Quiere verla con sus propios ojos.
La conversación gira bruscamente. Twissell le asegura que Noÿs sigue intacta, ubicada en el futuro lejano, que nadie la ha tocado ni trasladado. Harlan, consternado, le informa entonces de algo fundamental: hay una barrera temporal en el siglo 100,000 que impide a cualquier kettle pasar más allá. Esa barrera, invisible y absoluta, fue detectada por él tiempo atrás y le impidió llegar hasta Noÿs.
Twissell, sorprendido, niega haber colocado tal bloqueo. La barrera no solo es ajena a él, sino que además debería ser técnicamente imposible. A partir de ese punto, se instala una nueva incertidumbre mucho más inquietante: si no fue Twissell ni el Consejo ¿quién colocó esa barrera? La existencia misma de esa anomalía desafía las leyes conocidas de la física temporal y coloca en duda todo el proyecto.
El capítulo cierra en un crescendo de desconcierto. Harlan y Twissell, pese a haber encontrado el mensaje de Cooper y tener entre manos la clave para restaurar el ciclo, ahora enfrentan un nuevo obstáculo completamente inesperado y desconcertante. La barrera en el 100,000 no solo impide acceder al futuro para rescatar a Noÿs, sino que sugiere la intervención de una fuerza o agente que escapa por completo al control y conocimiento de la Eternidad. El hallazgo del anuncio, lejos de ofrecer una solución inmediata, abre la puerta a una nueva amenaza, aún más misteriosa que el error original.
Capítulo 16: Los Siglos Ocultos
En el capítulo 16 de El fin de la eternidad, titulado «Los Siglos Ocultos», la historia avanza con intensidad narrativa mientras Harlan y Twissell intentan ejecutar su plan final: rescatar a Cooper, el hombre clave para cerrar el ciclo fundacional de la Eternidad. Pero antes, deben resolver otro asunto pendiente y profundamente personal: encontrar a Noÿs Lambent y asegurarse de que sigue a salvo en el futuro remoto, más allá del límite del 100,000.
El capítulo inicia con Harlan observando con melancólica distracción a los técnicos de Mantenimiento que revisan el equipo de transporte temporal. En su abatimiento, reflexiona sobre la vida sencilla de esos hombres, ajenos al peso de las decisiones de los Especialistas. Por primera vez se muestra consciente de la estructura social de la Eternidad y del papel fundamental que cumple Mantenimiento, un grupo muchas veces subestimado por los altos cargos técnicos y computacionales.
En ese momento llega Twissell, apurado, ansioso por completar las revisiones. Intercambia unas palabras con el personal, los despide y se queda a solas con Harlan, quien insiste en acompañarlo en el viaje hacia el lejano futuro. Twissell duda, temeroso de poner en peligro el plan. Pero Harlan le recuerda que sin Noÿs no hará ningún intento por recuperar a Cooper. En un giro cargado de tensión, Twissell acepta la exigencia, y el simple hecho de que la Eternidad siga existiendo tras esa decisión les confirma que están, al menos por ahora, en el camino correcto.
Durante el trayecto en el kettle, Twissell, evidentemente perturbado, se sumerge en una reflexión sobre la falta de evolución humana a lo largo de los siglos. Aunque su propia existencia proviene del siglo 30,000, su fisiología apenas difiere de la de Harlan, nacido en el 95. Cuestiona si la creación de la Eternidad ha detenido de manera inconsciente la evolución humana, al eliminar sistemáticamente lo inusual y mantener estables las Realidades. Propone la posibilidad inquietante de que los seres humanos que habitan más allá del siglo 70,000 —en los llamados «Siglos Ocultos»— se hayan convertido en una forma avanzada de humanidad, que evita cualquier contacto con los Eternos y que quizás, incluso, les haya colocado una barrera para impedirles el acceso.
Esa idea lleva a una revelación angustiante: si estos «hombres evolucionados» percibieron la presencia de Noÿs en su territorio como una amenaza, podrían haber actuado para defenderse, imposibilitando su rescate. Para comprobarlo, Twissell y Harlan viajan juntos más allá del 100,000. Pasan siglo tras siglo hasta que finalmente la barrera que Harlan aseguraba haber encontrado… ya no está. El kettle avanza sin impedimentos, superando el 100,000 y alcanzando el 111,394. Aunque el acceso está liberado, la duda permanece: ¿la barrera fue retirada porque ya no era necesaria? ¿Podrían los habitantes de los siglos ocultos haber intervenido y retenido a Noÿs?
Con el alma en vilo, Harlan salta del kettle y corre por los pasillos del sector que había servido como refugio para Noÿs. La encuentra a salvo. El reencuentro es emotivo y físico: ella lo abraza con alivio y angustia por los días de soledad, mientras él confirma que nadie la ha tocado ni ha intentado interferir con su aislamiento. Twissell aparece poco después, se presenta cortésmente, e incluso con una actitud de respeto y paternalismo hacia la joven. Le promete seguridad, y se dispone a cumplir la segunda parte del plan: buscar a Cooper.
De regreso al 575, Harlan cae en un profundo silencio. Ya con Noÿs a salvo, Twissell lo presiona para que cumpla su parte del trato. Harlan accede, y saca finalmente el volumen de revista donde había encontrado el anuncio que Cooper dejó como mensaje cifrado. Se trata de una pequeña publicidad en inglés, publicada en 1932, con el texto: «ALL THE TALK OF THE MARKET» («Todo el comentario del mercado»), acompañado de una imagen de una nube en forma de hongo, símbolo inconfundible de una explosión atómica.
La clave del mensaje está en el juego de palabras: las letras iniciales de cada línea del anuncio forman el acrónimo A.T.O.M., que significa «átomo» en inglés. Lo más relevante es que en 1932 nadie en el mundo conocía la forma de la nube de una bomba atómica, por lo tanto, su inclusión en el anuncio demuestra un conocimiento imposible para un hombre del siglo XX. La única explicación es que Cooper, al llegar al siglo 20, creó deliberadamente ese mensaje como una señal para que Harlan lo identificara.
Además, el anuncio contiene una dirección postal en Denver, Colorado, desde donde presumiblemente puede localizarse a Cooper. El hallazgo es concluyente: Cooper dejó su huella en el pasado, Harlan la ha reconocido, y ya está todo listo para ir tras él y cerrar el ciclo fundacional de la Eternidad.
Pero Harlan impone una última condición: Noÿs debe acompañarlo. No confía plenamente en que pueda dejarla atrás sin que algún evento fuera de su control la perjudique. Aunque Twissell protesta, Harlan insiste. Hay una última sombra que enturbia su confianza: la barrera temporal que bloqueaba el acceso más allá del 100,000. Aunque ya no esté, aunque hayan podido atravesarla, el hecho de que haya existido sin que nadie en el Consejo lo supiera es una amenaza latente. Harlan teme que, más allá del conocimiento de los Eternos, otra inteligencia —más avanzada, más evolucionada— haya intervenido, y ese temor persiste como una advertencia final.
Así concluye el capítulo, dejando instaladas las condiciones para el desenlace: el rescate de Cooper, la salvación (o no) de la Eternidad, y el misterio creciente de los siglos ocultos, que parecen guardar más secretos de los que los Eternos son capaces de comprender.
Capítulo 17: El círculo que se cierra
En el capítulo 17 de El fin de la eternidad, titulado «El círculo que se cierra», la narración alcanza su punto de mayor tensión psicológica y emocional. El protagonista, Andrew Harlan, se prepara para completar la misión más crucial de toda la Eternidad: localizar a Brinsley Sheridan Cooper en el siglo XX, corregir el error de su desvío temporal y restablecer así el ciclo fundacional de la organización. Sin embargo, la trama revela una dimensión mucho más profunda, centrada en el conflicto interno de Harlan, su creciente sospecha sobre la verdadera identidad de Noÿs Lambent, y el descubrimiento de una manipulación que lo sobrepasa.
Desde el inicio del capítulo, Harlan se encuentra perturbado, incapaz de concentrarse, agobiado por la idea recurrente de la barrera que alguna vez encontró en el 100,000 y que ya no está allí. Esa incertidumbre se ha instalado en él y lo separa emocionalmente tanto de Twissell como de Noÿs, a quien apenas puede mirar sin experimentar angustia. Aunque la misión avanza y los preparativos para viajar al pasado se completan, la mente de Harlan está dominada por la desconfianza y la sospecha.
Twissell, por su parte, enfrenta la presión del Consejo. Ha encubierto a Harlan y protegido a Noÿs, asumiendo él mismo la culpa por la desviación de Cooper. Está dispuesto a retirarse de la vida activa tras concluir este proyecto. Él y Harlan discuten los últimos detalles de la misión: el objetivo inicial es contactar a Cooper por medio del anuncio que dejó en 1932, y luego, en un segundo viaje, interceptarlo exactamente en el momento de su llegada para evitar cualquier desviación permanente de la Realidad.
Cuando llega el momento, Harlan y Noÿs abordan el kettle. Ambos visten con ropas adaptadas a la época, y Twissell, con su usual ironía, les desea suerte. El viaje hacia el siglo XX transcurre sin incidentes, y al llegar encuentran un paisaje natural, árido y silencioso. Harlan ubica una cueva previamente identificada como el refugio temporal de Cooper. Allí, bajo una piedra, encuentra dinero en efectivo cuidadosamente oculto: billetes que Cooper ha dejado como provisión para quien viniera a buscarlo. Este descubrimiento reafirma que todo está yendo según lo previsto y que el cierre del ciclo aún es posible.
Luego de preparar la cueva como base, Harlan le dice a Noÿs que irá solo al pueblo más cercano a buscar información sobre Cooper. El clima entre ambos se torna cada vez más tenso. Noÿs percibe la distancia emocional que él impone, la frialdad con la que la trata. Entonces, lo confronta directamente, exigiendo saber por qué la ha traído si ya no parece necesitarla. Harlan responde con evasivas, pero finalmente se desborda. Confiesa lo que ha venido acumulando en silencio: que sospecha que ella ha sido enviada por los hombres de los Siglos Ocultos, los siglos más allá del 70,000, inaccesibles para la Eternidad.
Twissell, durante su viaje previo con Harlan, había sembrado la idea de que en esos siglos podían habitar humanos evolucionados que, temiendo los efectos de los Cambios de la Eternidad, podrían haber erigido barreras para protegerse. Harlan, contagiado por esa especulación, comienza a ver indicios por todas partes. Reconstruye el modo en que la aparición de la barrera cambió su conducta: lo llevó a asaltar a Finge, a tomar decisiones desesperadas, a provocar un daño irreversible. Todo había sucedido como si alguien lo hubiese manipulado emocionalmente, como si alguien supiera qué botones apretar para empujarlo a actuar.
Esa figura que encaja perfectamente en la lógica de una operación calculada es Noÿs. Harlan empieza a enumerar las pruebas que sostienen su sospecha: su nombre nunca apareció en el antiguo patrón de Realidad; su conocimiento de tecnologías que no debería manejar; su rápida adaptación; la posesión de un libro de historia que habría necesitado para aprender a actuar en la sociedad del siglo 482… Incluso recuerda que fue Noÿs quien detuvo con precisión el kettle en el siglo 111,394, como si ya hubiera estado allí antes.
Entonces, en un momento culminante, Harlan lanza su acusación definitiva: Noÿs es una agente enviada desde los Siglos Ocultos, una humana del futuro cuya misión fue infiltrarse en la Eternidad, seducirlo y manipularlo para que destruyera la organización desde dentro.
Cuando Harlan le exige a Noÿs que confiese, ella no lo niega ni lo afirma, simplemente lo observa. Él, lleno de rabia, le grita que admita su engaño, que no le deje siquiera el consuelo de pensar que fue amado de verdad. Noÿs guarda silencio. Entonces, Harlan revela que tiene un arma, y que piensa matarla. Es la única forma que encuentra para deshacer el daño que, según cree, ella ha causado. El único modo de cortar los hilos de la manipulación y devolver la autonomía a sus actos.
Así finaliza el capítulo: con Harlan enfrentado a su dilema más extremo, con el arma en la mano, intentando recuperar el control de su destino, convencido de que su acto puede salvar a la Eternidad, aunque signifique sacrificar a la mujer que ama y a la única persona que le dio un atisbo de humanidad fuera de su rol como Técnico. El círculo está a punto de cerrarse, pero aún queda una última decisión por tomar.
Capítulo 18: El principio del Infinito
En el capítulo 18 de El fin de la eternidad, titulado «El principio del Infinito», la historia llega a su clímax definitivo, enfrentando al protagonista, Andrew Harlan, con la decisión más trascendental de toda su existencia. Este episodio no solo cierra el círculo de las acciones iniciadas a lo largo de la novela, sino que redefine completamente el propósito de la Eternidad y el sentido del viaje temporal. Aquí se revelan por completo las motivaciones de Noÿs Lambent, su origen y el verdadero objetivo que ha guiado sus pasos desde el comienzo.
La escena inicia con Harlan aún armado, apuntando a Noÿs. Está consumido por la indecisión, atrapado entre su deber como Técnico de la Eternidad y sus sentimientos personales hacia ella. Noÿs, en cambio, se muestra serena, incluso firme, y lo enfrenta sin miedo. Le señala que, si realmente su objetivo fuera proteger la Eternidad, habría muchas otras formas de neutralizarla sin necesidad de matarla. El deseo de matarla, sugiere ella, nace de su orgullo herido, de la sensación de haber sido manipulado y traicionado.
Entonces, ante el silencio de Harlan, Noÿs hace una confesión directa y sin rodeos: sí, proviene de los Siglos Ocultos, específicamente del siglo 111,394. Esta revelación no es acompañada de súplica ni arrepentimiento. Al contrario, ella empieza a explicar los motivos de su misión y de su presencia. Narra cómo, en su siglo, ya se había desarrollado una tecnología de viaje temporal distinta a la de la Eternidad y cómo, al analizar su propia Realidad, descubrieron que vivían en una Realidad de baja probabilidad, resultado de una alteración profunda en la historia humana provocada por la existencia misma de la Eternidad.
Los humanos del futuro comenzaron a investigar esa anomalía histórica y descubrieron que, en una versión previa de la historia, llamada el Estado Básico, la humanidad había logrado conquistar las estrellas mucho antes de lo que ocurre en la Realidad donde existe la Eternidad. Sin embargo, al establecerse la Eternidad, ese destino fue suprimido. En su lugar, se impuso una Realidad más «segura», moderada y estancada, que evitaba riesgos y, con ello, también los grandes logros, como la conquista del espacio.
El objetivo de Noÿs y su civilización fue entonces claro: destruir la Eternidad para restaurar el desarrollo natural de la humanidad, aquel que conducía a la expansión estelar. Para ello, aislaron los Siglos Ocultos con una barrera que protegiera su línea temporal de los Cambios realizados por los Eternos, y prepararon cuidadosamente una intervención. Noÿs fue educada y enviada al pasado para ejecutar esa misión: influenciar a Harlan para que saboteara el ciclo fundacional de la Eternidad.
Harlan, desconcertado pero profundamente interesado, escucha en silencio. Ella le explica cómo aprendieron a ver las Realidades alternativas (no solo calcularlas, como hacen los Computadores de la Eternidad), y cómo eligieron entre millones de variantes una en la que ella pudiera llevar a cabo su tarea. Eligió la línea de Realidad que involucraba a Harlan, porque ya lo amaba. Había visto cómo se desarrollaría su historia de amor, cómo compartirían una vida en el pasado, alejados de la Eternidad. Para ella, no se trataba solo de una misión, sino de un amor genuino nacido de observar lo que podrían ser juntos.
La tensión alcanza su punto máximo cuando Noÿs describe lo que queda por hacer: un pequeño cambio, una mínima alteración necesaria en el siglo XX. Consiste en enviar una carta a Italia que, más adelante, conducirá a experimentos nucleares adelantados. Esto provocará la primera explosión atómica no en el siglo XXX, como en la historia alterada por la Eternidad, sino en el año 1945. Ese adelanto conducirá a un camino diferente, hacia la expansión galáctica de la humanidad y, con ello, a un futuro que recupere el potencial perdido del Estado Básico.
Harlan reacciona con horror al comprender que se alterará la historia del siglo XX, lo cual está explícitamente prohibido por los principios de Eternidad. Pero Noÿs insiste: la Eternidad ha intervenido mil veces, siempre para contener a la humanidad, para hacerla más segura y pasiva. Ellos, en cambio, intervendrán solo una vez, para devolverle su libertad y permitirle su destino.
Noÿs le ofrece entonces una decisión: puede matarla y permitir que la Eternidad continúe, o puede dejarla actuar y permitir que comience el verdadero viaje hacia el infinito. Harlan, al borde del colapso, repasa mentalmente todo lo que sabe de la Eternidad: sus psicopatías, sus contradicciones, su represión emocional, sus conflictos internos, sus jerarquías injustas. Todo eso se le presenta de forma súbita y nítida. Y comprende, finalmente, que la Eternidad no merece seguir existiendo.
Cuando ambos se asoman a la entrada de la cueva al amanecer, el kettle —la nave temporal— desaparece de su vista. Con ese gesto simbólico, la Eternidad ha dejado de existir. El Cambio se ha producido. Cooper ha sido eliminado de la historia. El ciclo que fundaba la Eternidad ya no podrá cerrarse. Pero ellos, protegidos por un campo de tiempo fisiológico, sobrevivirán al Cambio. Vivirán juntos en el pasado, como Noÿs había visto en su estudio de Realidades, y la humanidad comenzará un nuevo camino, uno que, tarde o temprano, la llevará a las estrellas.
Con esa decisión, se cierra definitivamente el círculo de Eternidad, y se abre la posibilidad del Infinito.