Jorge Luis Borges: Tres versiones de Judas. Resumen y análisis de personajes

Ficha bibliográfica

Jorge Luis Borges - Tres versiones de Judas. Resumen y análisis de personajes
  • Autor: Jorge Luis Borges
  • Título: Tres versiones de Judas
  • Título original: Ficciones (1944)

Argumento

En «Tres versiones de Judas» (1944), Jorge Luis Borges narra la historia de Nils Runeberg, un teólogo sueco que dedica su vida a reinterpretar la figura de Judas Iscariote. A través de dos libros polémicos, propone que la traición de Judas fue un acto sagrado, un sacrificio voluntario y necesario para cumplir la redención. En su obra final, lleva esta idea al extremo al sugerir que Judas no solo fue instrumento de Dios, sino la verdadera encarnación del Verbo. Rechazado por todos y consumido por su revelación, Runeberg enloquece y muere convencido de haber descubierto un secreto divino.

Jorge Luis Borges - Tres versiones de Judas. Resumen y análisis de personajes

Resumen de Tres versiones de Judas de Jorge Luis Borges

En Tres versiones de Judas, Jorge Luis Borges construye un cuento-ensayo que narra la historia de Nils Runeberg, un teólogo sueco del siglo XX obsesionado con reinterpretar la figura de Judas Iscariote. Runeberg, profundamente religioso y miembro de la Unión Evangélica Nacional, dedica su vida al estudio de la redención cristiana desde una perspectiva audaz y herética que termina aislándolo y destruyéndolo. El cuento, que simula ser un artículo crítico sobre sus escritos, repasa su trayectoria intelectual a través de sus dos obras fundamentales: Kristus och Judas (1904) y Den hemlige Frälsaren (1909), y culmina con la revelación final de su última tesis.

En su primer libro, Kristus och Judas (Cristo y Judas), Runeberg parte de un análisis racional del Evangelio. Observa que la traición de Judas, tal como la relata la tradición cristiana, resulta innecesaria: Jesús predicaba abiertamente, era una figura pública conocida por sus milagros y sus enseñanzas. ¿Por qué entonces necesitaba ser «identificado» por un apóstol? Para Runeberg, no se trata de un simple error narrativo ni de un azar histórico: en una religión donde cada gesto tiene un significado salvífico, la traición de Judas debe tener una función esencial en el plan divino.

A partir de esta premisa, Runeberg elabora una teoría: si el Verbo (Cristo) se rebajó a la condición humana, aceptando el dolor, la muerte y la humillación, también debería haber un ser humano que hiciera un sacrificio equivalente, pero en sentido inverso. Así como Jesús se ofreció a la cruz, Judas se ofreció al oprobio eterno. Según esta interpretación, Judas habría comprendido el verdadero plan de Dios y, en un acto de fe absoluto, habría elegido el papel más abyecto: traicionar al Mesías, condenarse ante la historia y ante los hombres, para que se cumpliera la redención. Esta entrega de sí mismo no estuvo motivada por el interés ni por la codicia, sino por un ascetismo espiritual extremo. Judas no renunció simplemente al placer, sino al bien, al honor, a la salvación, sacrificando su alma para que el mundo creyera en el sacrificio de Cristo.

La comunidad teológica no tardó en reaccionar. Varios eruditos, entre ellos el obispo de Lund, descalificaron las ideas de Runeberg como herejías y lo acusaron de ignorar conceptos centrales de la ortodoxia cristiana, como la unión hipostática (la unión de la naturaleza divina y humana en Cristo), y de revivir doctrinas gnósticas o docetistas, que negaban la humanidad real de Jesús. Afectado por estas críticas, Runeberg reescribe su obra y modera sus afirmaciones. En lugar de centrarse en los aspectos teológicos, propone una explicación moral: Judas no actuó por vileza, sino por una humildad extrema. Eligió las peores culpas, las más despreciables: la traición y el abuso de confianza, que no dejan espacio para la virtud, como un modo de anularse por completo ante Dios. Lo hizo no por vanidad ni por gloria futura, sino porque creía que solo Dios merecía la felicidad y la virtud, y que el hombre debía limitarse a sufrir y obedecer.

Sin embargo, Runeberg no se detiene ahí. En su segundo libro, Den hemlige Frälsaren (El redentor secreto), desarrolla una tesis aún más radical y desconcertante. Si Dios se hizo hombre, su sacrificio no puede haber sido parcial ni momentáneo. No basta con decir que sufrió dolor físico y muerte: para que el sacrificio fuera perfecto, debía haber sido total, incluyendo no solo el sufrimiento, sino también la infamia, la degradación y el pecado. Partiendo de esta lógica, Runeberg llega a una conclusión monstruosa: Dios no encarnó en Jesús, como sostiene la tradición cristiana, sino en Judas Iscariote. No solo aceptó morir por los hombres, sino también condenarse eternamente, abrazar la traición, el odio universal y la oscuridad más profunda. En ese acto, el sacrificio divino alcanza su plenitud: no solo se sometió a la muerte, sino también a la reprobación. La infamia de Judas no sería una desviación, sino la forma suprema del sacrificio divino.

La publicación del libro pasa desapercibida. Ni los teólogos ni el público muestran interés. Esta indiferencia, sin embargo, es para Runeberg una confirmación más: Dios mismo quiere mantener ese secreto oculto. La revelación de que Judas y Cristo son uno es demasiado terrible para el mundo. Runeberg comprende entonces la magnitud de su blasfemia. Se compara con figuras bíblicas que fueron castigadas por ver o pronunciar lo prohibido: Moisés, Isaías, Saúl, Simeón ben Azaí. Y como ellos, teme estar siendo alcanzado por un castigo divino. Convencido de que ha cometido el crimen imperdonable de revelar el Nombre Secreto de Dios, la verdad que debe permanecer oculta, pierde la razón.

Errante por las calles de Malmö, pide a gritos compartir el Infierno con Cristo. Su cuerpo cede finalmente a la tensión de sus desvelos y delirios: muere de un aneurisma en 1912. Borges concluye el cuento señalando que tal vez los estudiosos de las herejías lo recuerden, pues agregó al concepto del Hijo las complejidades del mal y del infortunio, abriendo con su pensamiento una inquietante grieta en el corazón de la teología cristiana.

Jorge Luis Borges – Tres versiones de Judas

Análisis de personajes

El personaje central y prácticamente único del cuento Tres versiones de Judas es Nils Runeberg, un teólogo sueco que encarna a la perfección una de las obsesiones recurrentes en la obra de Borges: la figura del pensador solitario que, impulsado por la lógica y por una fe fervorosa, emprende una búsqueda intelectual que lo lleva a conclusiones lúcidas, audaces y peligrosas. Runeberg no es un personaje construido desde lo psicológico o anecdótico, sino desde su trayectoria intelectual, casi como un arquetipo del hereje moderno. A través de él, Borges nos muestra cómo una idea, llevada hasta sus últimas consecuencias, puede desbordar la razón, trastocar la fe y terminar devorando a su propio creador.

Runeberg es presentado como un hombre profundamente religioso, un creyente sincero, no como un provocador ni un escéptico. Miembro de la Unión Evangélica Nacional, escribe con devoción, movido por el deseo de comprender los misterios de la redención cristiana. Esa sinceridad es clave: no hay cinismo ni ironía en sus tesis, aunque resulten escandalosas. Precisamente por ello, su figura resulta trágica. No es un blasfemo que juega con el dogma, sino un creyente que lo lleva a sus últimas consecuencias, hasta que la lógica lo arrastra a una visión del cristianismo tan radical que lo deja aislado del resto del mundo. Esta deriva, que comienza con una interpretación simbólica de la traición de Judas, acaba con una conclusión aterradora: Dios asume el papel del traidor, convirtiéndose no solo en víctima, sino también en verdugo, en infame, en reprobado.

En Runeberg conviven el rigor del erudito y la exaltación del místico. Es un lector incansable, un teólogo que cita a San Pablo, a Isaías, a los Padres de la Iglesia y conoce las herejías gnósticas, con las que dialoga, aunque sea implícitamente, y que le permiten recorrer siglos de pensamiento cristiano. Pero también es un hombre poseído por una intuición, por una revelación que cree haber recibido y que lo empuja fuera de los márgenes de la teología aceptable. Borges lo describe como alguien capaz de hallar sentido allí donde otros solo ven blasfemia o absurdo, y también como un hombre desgarrado por el peso de su propio descubrimiento. A medida que su pensamiento se vuelve más audaz y monstruoso, Runeberg se deshace interiormente. Su última visión, la fusión de Cristo y Judas, lo aísla por completo, no solo intelectualmente, sino también espiritualmente. La indiferencia del mundo ante su último libro la interpreta como una señal divina: Dios mismo no quiere que se difunda esa verdad. Y esa percepción lo conduce a la locura, al delirio místico, al deseo de compartir con Cristo el castigo eterno, hasta su muerte repentina.

En el fondo, Nils Runeberg no es simplemente un teólogo, sino un mártir del pensamiento, alguien que intenta comprender a Dios y, en ese intento, se adentra en un territorio tan oscuro que termina por perderse. Su figura se emparenta con la del héroe trágico clásico, pero también con la del hereje medieval, con el cabalista o el gnóstico que cree haber descifrado el misterio central del universo. Y, como muchos de ellos, paga un precio altísimo: el aislamiento, la locura y la muerte.

Judas Iscariote, aunque no aparece como personaje activo, es el otro gran protagonista del cuento, en tanto que objeto de la obsesión y la relectura de Runeberg. Borges lo presenta como una figura enigmática y profundamente ambigua, que tradicionalmente se ha reducido a un simple traidor movido por la codicia. Runeberg se rebela contra esa simplificación y convierte a Judas en un símbolo del sacrificio absoluto. Según Runeberg, Judas es mucho más que el traidor necesario para la Pasión: es el único hombre capaz de renunciar no solo al bien, sino también a la posibilidad misma de redención. Lo imagina como un asceta extremo que se entrega voluntariamente al desprecio eterno para que los demás crean en el Hijo de Dios. Esta inversión radical, en la que la infamia se transforma en santidad, convierte a Judas en una figura especular de Cristo. De hecho, en la versión final de Runeberg, llega a ser su verdadera encarnación.

Así, el personaje de Judas refleja a Runeberg. Ambos encarnan una forma extrema de fe: Judas, según Runeberg, acepta ser odiado para siempre por amor a Dios, y Runeberg acepta la ruina de su reputación, la incomprensión y la locura por haber revelado esa verdad. En cierto modo, Borges construye una inquietante simetría entre los dos: Judas es el redentor secreto y Runeberg, su profeta maldito.

Por último, hay una serie de personajes secundarios que apenas aparecen mencionados, pero que cumplen un papel importante como contrapunto intelectual: los teólogos que critican a Runeberg, como Lars Peter Engström, Axel Borelius y el obispo de Lund, representan el dogma, la ortodoxia y el límite institucional del pensamiento religioso. Sus críticas, centradas en los aspectos doctrinales de las obras de Runeberg, subrayan la radicalidad de su pensamiento. También se menciona a Erik Erfjord, autor del prólogo de Den hemlige frälsaren, cuya tibieza parece anticipar el destino del libro: ni escándalo ni aprobación, solo indiferencia.

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